tag:blogger.com,1999:blog-53780712905166583762024-03-13T13:35:36.380+01:00ASOCIACIÓN VIVE SIN CELOSPor el fin de los celos patológicos y las discusiones violentas en las relaciones de parejaVISChttp://www.blogger.com/profile/06632985360136635191noreply@blogger.comBlogger31125tag:blogger.com,1999:blog-5378071290516658376.post-33490288804378871512013-02-20T02:20:00.000+01:002013-02-20T02:20:08.883+01:00ÓSCAR PISTORIUS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMcY0HoUGD51scECcmcgTQAuBVBpJ3Iaaqxc2YmJeDSXEHVyasUnEGHbq8f21JIHJt3fRKp7Kb0CUUinEvcyKcxuQjh1NKUkVhs6HbZw3_dFjhMYY4C4tjTI6iOoolwh571Jm1y-Dz8jI/s1600/Oscar-Pistorius+(1).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMcY0HoUGD51scECcmcgTQAuBVBpJ3Iaaqxc2YmJeDSXEHVyasUnEGHbq8f21JIHJt3fRKp7Kb0CUUinEvcyKcxuQjh1NKUkVhs6HbZw3_dFjhMYY4C4tjTI6iOoolwh571Jm1y-Dz8jI/s320/Oscar-Pistorius+(1).jpg" width="239" /></a></div>
Antes de saber a ciencia cierta si Óscar Pistorius es culpable del asesinato premeditado de su novia, la modelo Reeva Steenkamp el día de San Valentín y ante los indicios que apuntan que el crimen pudo cometerse por celos, podemos comentar algo al hilo de las preguntas que ha suscitado un hecho tan inesperado: ¿porqué alguien que ha triunfado en la vida, con un espíritu de superación indiscutible y con tanto que perder, mata a su pareja de 4 disparos? Que lo haya hecho adrede o sin querer, como alega este atleta sin piernas, no impide analizar por qué puede hacerlo intencionadamente alguien de su perfil. Y eso incide en la necesidad de estudiar en profundidad la biografía de hombres y mujeres que llegan a estos extremos, pero no la reciente, sino la antigua, la de sus primeros años, esa que ya casi no recuerdan. Porque como afirman los últimos estudios sobre salud mental, lo más determinante de nuestra vida pasa en la primera infancia, desde el vientre materno hasta los 5 años, aproximadamente.<br />
<br />
Lógicamente, ni yo, ni probablemente este corredor sudafricano, sabemos qué incidentes de importancia pasaron en su primera infancia capaces de explicar un cruzamiento de cables tan terrible, por tanto, me concedo la licencia de especular sobre ella a la luz de nuestra teoría sobre el origen de la personalidad maltratadora, confiando que sirva, al menos, para entender casos similares. Según esta teoría, en la infancia de un agresor celoso han de darse 4 condicionantes: 1º) que tenga una alta sensibilidad neurológica que lo vuelva psicológicamente más vulnerable a un trato inadecuado; 2º) que su progenitor más próximo le dé un trato de amor/odio que le genere una inseguridad afectiva traumática, responsable de los celos patológicos adultos respecto al nuevo “amor de su vida”; 3º) que haya sido castigado con frecuencia (no necesariamente con agresiones físicas) sin mediar proporción ni reflexión, de manera impulsiva, fijando en él este mismo impulso; 4º) que haya visto a sus padres tratarse mal, con agresiones verbales o físicas, sin que ninguno le explique después que ese trato es inadecuado, cosa que le hará concebir el tratar de igual modo a su futura pareja.<br />
<br />
La confluencia de estos 4 elementos en la infancia de una persona, sin que falte ninguno de ellos, explicarían el desarrollo de un trastorno agresivo y celoso compatible con el perfil de alguien que, sin haber demostrado públicamente una personalidad conflictiva, es capaz de matar a su pareja ante la unión temporal de dos circunstancias: a) que esté atravesando un estado de crisis (los maltratadores alternan estados de normalidad con estados de crisis, caracterizados por una gran ansiedad, paranoias de traición y/o celos e impulso castigador); b) que se revele alguna información que alimente o confirme las sospechas del celoso y/o que su pareja amenace con dejarle.<br />
<br />
Estos 2 hechos a la vez bastarían para que alguien que ha experimentado en su infancia los 4 elementos descritos más arriba, estalle contra su pareja de un modo desproporcionado, claramente patológico. Sí que hemos observado que esos 4 elementos no suelen presentarse en adultos con una infancia en la que, presumiblemente, se les ha estimulado y prestado una atención adecuada en el sentido más pedagógico. Tan adecuada como para hacerle superar el “complejo” de carecer de piernas y alimentar el coraje que lo acabe llevando a competir en unas Olimpiadas junto a corredores con piernas. Esto es lo más desconcertante del caso Pistorius. Por eso, aunque sabemos de casos de familias aparentemente estructuradas que han impartido una educación demasiado castigadora, generando estas personalidades maltratadoras, el de la familia de Pistorius, por lo que he extraído de la prensa y por el propio ejemplo de superación que ha sido este atleta, hace que crea encontrarme ante una excepción.<br />
<br />
Pero faltaría averiguar si estamos ante un hombre especialmente sensible cuya madre, por debilidades y traumas propios, le dio un trato de amor/odio que despertó su inseguridad; si fue castigado por todo lo que hacía mal o dejaba de hacer bien desde su más tierna infancia; y si vio a sus padres tratarse mal o, incluso, escuchó un “te voy a matar”, para hacerle concebir, inconscientemente, el matar a su pareja. Tampoco es tan improbable. Cuando dispongamos del test capaz de identificar estos 4 elementos en la infancia de un agresor, quizá llegue algún día bajo el boli de Óscar Pistorius y un psicólogo pueda decir: ahora sí sabemos por qué pasó lo que pasó con este chico. O bien, que dicho test descarte este trastorno afectivo y fortaleza la sospecha de que otros factores incidieron en el crimen, por ejemplo, el consumo de sustancias dopantes que incrementan la agresividad. Está por ver.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<br />
Les invitamos pues a hacer algo distinto. Como ya no podemos salvar a las 40 mujeres que han muerto este año ¿qué haremos a partir de ahora por las mujeres que, con previsiones realistas, morirán el año que viene si nada lo impide? ¿Lo mismo de siempre? Un sabio decía que no puedes obtener resultados diferentes haciendo lo mismo una y otra vez. En la Asociación VISC tenemos varias ideas, algunas de las cuales ya ponemos en práctica y representan un enfoque diferente: <br />
<br />
VISC es una asociación de afectados por la violencia de pareja sin distinción de género con 3 objetivos básicos:<br />
<br />
• Asesorar a las víctimas sobre cómo enfrentar con seguridad una relación violenta, tanto si deciden separarse, como si no.<br />
• Obtener información sobre la personalidad maltratadora para favorecer la investigación de terapias específicas eficaces.<br />
• Orientar a los agresores que desean cambiar sobre el funcionamiento de su trastorno, pues la consciencia contribuye a un mayor control.<br />
<br />
¿Por qué nos centramos en los CELOS?<br />
<br />
• Es el síntoma más común a agresores y agresoras<br />
• No hay terapias eficaces contra los celos patológicos agresivos, cosa que explicaría el bajo éxito de los protocolos de reinserción. <br />
• No existen asociaciones contra los celos y esto desampara a los celosos y a sus parejas que sufren por este problema y no encuentran ayuda gratuita para enfrentarlo.<br />
• Muchas víctimas no reconocen un problema de maltrato, pero sí de celos agresivos, de modo que al contactar con nosotros visibilizan su situación y acceden a un primer asesoramiento para escapar a salvo de esa relación.<br />
<br />
¿Qué propuestas concretas hacemos a los gobiernos para contribuir a una protección más eficaz de las víctimas?<br />
<br />
1º) Que se continúe con las políticas de igualdad pero respetando el artículo 14 de la Constitución, sin discriminaciones por sexo.<br />
2º) Que se abran centros de investigación y tratamiento centrados en combatir la personalidad maltratadora o que se habiliten módulos en prisión con ese fin.<br />
3º) Formar a ex maltratadas como mediadoras en acogida y acompañamiento de nuevas víctimas.<br />
4º) Organizar y estimular concursos públicos anuales de propuestas contra la violencia de pareja<br />
5º) Habilitar teléfonos de información sobre celos patológicos donde se atienda a agresores y víctimas de ambos sexos.<br />
6º) Editar folletos de información para padres incidiendo en la prevención del trato que genera personalidades maltratadoras.<br />
7º) Diseñar nuevas propagandas de concienciación dirigidas a agresores y víctimas para motivarlos, de un modo pedagógico, a buscar ayuda, recordando que la víctima quiere ayudar a su agresor, no denunciarle. Sólo de este modo, la víctima accederá con más facilidad a visibilizar su situación. <br />
<br />
Para terminar, les invitamos a reflexionar sobre lo difícil que es ganar cualquier batalla si desconocemos la psicología de nuestro enemigo. Y en esta batalla nos hemos equivocado de enemigo, que no es tanto la persona como un cúmulo de anomalías psicológicas que habitan en su cabeza. Si además, olvidamos que esas personas también tienen un lado bueno, el lado del que se enamoran las maltratadas, estamos combatiendo desarmados y desorientados en esta guerra. Al maltratador hay que presuponerle un lado bueno, no por compasión, sino por inteligencia y prudencia, porque si no contamos con él, desconocemos su psicología y por tanto, no podemos diseñar protocolos de seguridad eficaces, ni leyes ni propagandas capaces de interpelarlo, pero tampoco nos entenderemos con la maltratada, a la que tratamos de estúpida por enamorarse de un monstruo. Ahora mismo se están dando palos de ciego porque ni hablamos el lenguaje de la maltratada ni del maltratador. Y pasará lo de siempre: que dejamos sin freno la ley interior del agresor que le lleva a castigar lo que su criterio paranoico considera malo, primero a su pareja y después a sí mismo, una vez comprende, con su lado bueno, la barbaridad que ha hecho. <br />
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<a href="http://www.crimenycriminologo.com/2012/10/araceli-santalla-el-machismo-no-es-el.html">http://www.crimenycriminologo.com/2012/10/araceli-santalla-el-machismo-no-es-el.html</a>
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Adjunto el link al artículo que me ha motivado a escribir de nuevo por si queréis contrastar enfoques: http://especialistaenigualdad.blogspot.com.es/2012/09/por-que-no-se-se-suicidan-antes.html
Desde el respeto que merece cualquier esfuerzo que se haga por la lucha contra la violencia de pareja, hago este análisis, confiando que depure y no que enturbie las aguas donde navegamos quienes, por unos motivos u otros, abordamos este complejo fenómeno.
En primer lugar, recuerdo que la experiencia que me tiene 12 años investigando y trabajando contra esta lacra es el haber convivido con un maltratador. En segundo lugar, informar que este maltratador en concreto, forma parte de una tipología de maltratadores que, siendo en mayor o menor medida conscientes de su problema, no han encontrado recursos reeducativos o terapéuticos útiles al servicio de su voluntad de cambiar. Pero también entran en esta tipología, hombres y mujeres afectados por celos patológicos agresivos que, siendo o no conscientes de su patología, carecen de recursos psicológicos con que manejarla correctamente. Hoy en día, para una persona maltratadora, hombre o mujer que todavía no ha delinquido, no hay ningún centro donde acudir gratuitamente para remitir sus impulsos agresivos y las paranoias que los alimentan. Sólo tenemos el parche de la cárcel cuando suele ser demasiado tarde. Y como no hay NADA para ayudar a la porción de agresores que sí querrían cambiar, lo que hace la sociedad (y sus altavoces, los medios de comunicación) es meterlos a TODOS en el mismo saco para patalearlo sin piedad como único remedio. Es la postura más vistosa y popular: convertirnos a todos en verdugos de un colectivo criminal, como si estuviera organizado, como si fuera un grupo terrorista, cuando nada hay más alejado de la realidad, si es que pretendemos abordar el tema con criterios medianamente científicos.
Existe una tipología de agresores (yo propongo una en mi libro, aunque hay distintas de otros autores) que debería tenerse en cuenta antes de juzgar a bulto a cualquier hombre que maltrata o mata a una mujer. Porque a veces no es por machismo, cuando por ejemplo, las motivaciones últimas fueran compatibles con la agresión que una mujer pudiera propinar a un hombre. A menudo se fuerzan los argumentos para explicar un crimen de hombre vs mujer y hacerlo encajar con la teoría del machismo, cuando lo más científico sería analizarlo objetivamente y vincularlo a la tipología de agresión que corresponda, sin que medien ideologías predeterminadas. Esa es una de mis premisas para empezar a hablar con propiedad en este contexto.
Dicho esto, veamos por qué un maltratador se suicida después de matar y no antes. Pero veámoslo desde su realidad, no desde la nuestra. Como explico en mi libro, la tipología de agresores que he estudiado coincide en 4 condicionantes educativos y neurológicos que se dieron en su primera infancia: 1) La inseguridad afectiva traumática, fruto de un trato intenso de amor/odio por parte del progenitor más próximo (origen de los celos patológicos); 2) El impulso de castigar lo malo, fruto de haber sido castigado sin proporción ni criterio y de un modo impulsivo y sistemático por todo lo que un adulto consideraba que él hacía mal o dejaba de hacer bien. Así es como aprenden a castigar TODO lo que ellos consideren malo y necesitarán hacerlo neuróticamente para cerrar el círculo del castigo inapelable que recibían en su infancia. Su máxima consciente: “Todo lo malo tiene que castigarse”. Su máxima inconsciente: “El castigo será proporcional a mi dolor”; 3) La ruptura de barreras psicológicas de NO-agresión, fruto de haber sido testigo de maltrato entre sus padres. Esta experiencia rompe la barrera positiva que tenemos quienes no hemos visto maltrato entre nuestros padres. El hecho de que en casa se haga mención asidua al suicidio, al “te mato”/”me mato”, o que haya antecedentes familiares de suicidas, también romperá la barrera que a una persona sana le impide concebir el suicidio; 4) Una sensibilidad neurológica considerablemente alta, aspecto biológico innato que los hace más vulnerables a cualquier tipo de impacto emocional, tanto negativo como positivo.
Sabiendo la existencia e importancia de estos 4 elementos, presentes en muchas personas, pero con mayor intensidad en las agresoras de pareja, habría que saber cómo funciona nuestra mente ante la actividad o inactividad del trauma afectivo que esos 4 elementos representan: Está inactivo cuando atravesamos el estado normal, momento en que gobiernan nuestra conducta la autoestima y los recursos positivos que hemos desarrollado. Además, hay diversos estímulos externos que contribuyen a fortalecer esa autoestima y, por tanto, nuestra estabilidad emocional: la pareja, el trabajo, los amigos, los hobbies, la familia, los vicios, recibir premios o halagos, etc. El estado de crisis se inicia, pues, cuando el trauma “despierta”. Entonces, quien gobierna nuestra conducta es toda la información negativa que hemos aprendido, los 4 elementos antes citados y que se traducen en las típicas paranoias sobre la infidelidad de nuestra pareja o sobre las ganas que tienen todos de hacernos daño, las ideas sobre la necesidad de defendernos y la justicia de castigarles, etc. El trauma ocupa ahora el espacio que antes ocupaba la autoestima, de modo que el afectado se siente víctima de todo tipo de ofensas, desprecios y traiciones. Lo peor es que su conducta en ese momento en que empieza a castigar a su pareja o allegados considerándolos culpables de su malestar, hace que precisamente esos elementos externos que antes fortalecían su autoestima, ahora se alejen. Uno de ellos será su pareja, si ella así lo decide. Ese hecho, si se produce cuando el agresor permanece en ESTADO DE CRISIS, contribuirá a un mayor hundimiento anímico, pues desaparecerá una porción muy relevante en el sostén de su debilitado equilibrio. Es entonces cuando este afectado es más peligroso e imprevisible, pues VE CONFIRMADAS SUS SOSPECHAS de que su pareja planeaba traicionarle, que por lo tanto, ES MALA, y en consecuencia, merece un castigo proporcional al daño que ha causado. Y como el dolor del maltratador es patológico y subjetivo, no guarda proporción ninguna con la ofensa de la que se cree víctima. Su castigo será, pues, DESPROPOCIONADO. Distinto será su proceso mental cuando la olla ha explotado y ha liberado toda su tensión, posiblemente, habiendo asesinado a su pareja en su frenético impulso castigador. Es entonces cuando el agresor recupera el ESTADO NORMAL y observa objetivamente el daño que ha causado. Y se da cuenta, además, que con ese arrebato, ha perdido de golpe todos los estímulos que alimentaban su instinto de supervivencia y su autoestima: a su pareja, su trabajo, su casa, su familia, sus amigos, sus vicios, los premios, los abrazos, la libertad, TODO (pues no los disfrutará en prisión). Valorado que sólo él ha sido el culpable de tal desastre, volverá el ESTADO DE CRISIS y es entonces cuando se activará de nuevo el mecanismo del IMPULSO DE CASTIGAR LO MALO. Esta vez, contra sí mismo, pues TODO LO MALO TIENE QUE CASTIGARSE. Ahí se produce el suicidio, como respuesta a una fórmula casi matemática:
(Adjunto imagen “Fórmula del suicida en la violencia de pareja”)
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¿Por qué no se suicida antes? Debemos recordar que el instinto más poderoso del ser humano no es ni la felicidad, ni la comodidad, ni el progreso, ni la fama, ni la dominación, ni el poder, ni siquiera la venganza. El instinto más poderoso de todo ser humano o animal es la SUPERVIVENCIA. Por tanto, no comprendo que se interprete alegremente que una persona en sus cabales se suicida porque ha perdido el sentido de su vida, que era dominar a otra persona. Si dominar fuera el sentido de su vida, puede seguir ejerciéndolo con otros presos, con la familia que lo visite, con los terapeutas o funcionarios que lo traten, o de nuevo con las parejas que tendrá una vez cumpla su pena. Pero ese consuelo no existe en el maltratador suicida porque no era esa su motivación última. Algo realmente patológico sucede, pues, en la mente de un ser humano que reúne las fuerzas suficientes para resistir nuestro impulso más poderoso y se arranca la vida.
Veamos un ejemplo peculiar: el del hombre que recientemente se suicidó en una comisaría de Torrent (Valencia) después de amenazar a su exmujer con matarla y encontrarse, cuchillo en mano, golpeando su puerta con la decidida intención de acabar con ella y con sus padres, “por hacerle la vida imposible” según vociferaba (alentado por sus paranoias). Afortunadamente esa puerta no se abrió y la policía llegó a tiempo para detenerlo. En el calabozo, mientras se abrían diligencias, los agentes se aseguraron de cumplir el protocolo antisuicidios, quitándole cualquier objeto con que pudiera autolesionarse. Por la noche lo visitaron y estaba bien. Sin embargo, de madrugada, este hombre había fabricado una soga con su propia camiseta y se había colgado hasta morir. Pocas veces se habrá visto una determinación tan irrefrenable como ésta para suicidarse en alguien que no da con el perfil más previsible de agresor suicida, al no haber consumado el crimen. Desde mi perspectiva, este hombre no encaja en esa fórmula oficial del suicida que pierde su objeto de dominación. Él ya la había perdido tiempo atrás, pues ya no convivían. Y se suicidó sin haber logrado siquiera levantar frente a ella su cuchillo. La respuesta a ¿por qué se suicidó este maltratador? es, pues, mucho más interesante e ilustrativa sobre cómo funciona esta patología. Una interpretación más profunda, coherente con la fórmula del gráfico, sería que se suicidó porque una vez superado el arrebato inicial, atravesó un tiempo, quizá unas horas, el ESTADO NORMAL en que observó horrorizado la masacre que estuvo apunto de cometer y comprendió entonces que EL MALO ERA ÉL. Y como no puede haber maldad sin castigo, en el siguiente estado de crisis, EL CASTIGADO DEBÍA SER ÉL. Estos agresores se matan, en definitiva, porque la cárcel les parece poco.
En todo caso, antes de juzgar las intenciones de un suicida, ni las de nadie, deberíamos indagar en su biografía, pues nos revelaría que TODO TIENE UN PORQUÉ. Y es que, como dijo un sabio “si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, hallaríamos en ella penas y sufrimientos suficientes para desarmar toda nuestra hostilidad.”.
Y a quien me diga que mis argumentos pueden servir de justificación o disculpa, les respondo que no, que nunca dije que no deben cumplir la pena de cárcel que corresponda a su delito, pues es el modo más seguro de detenerlos. No obstante, averiguar el porqué de su comportamiento sí debe servir para intervenir mejor en la prevención, la detección precoz y la recuperación efectiva de todos los afectados, evitando que siga habiendo vidas amenazadas por ellos.
Araceli Santalla
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Unos y otras, hombres y mujeres, encendidos por ser víctimas o simpatizantes de víctimas de la agresión de una persona, mimetizan el móvil de la agresión con la condición sexual del agresor y sus supuestas ventajas por pertenecer a determinado género. Y ya la tenemos montada. Ellas se creen las víctimas permanentes de una historia patriarcal y ellos, las nuevas víctimas de la superprotección que, de un tiempo a esta parte, disfrutan ellas. Y cada uno, para victimizarse todavía más y desprestigiar en lo posible la postura ajena, buscan los apelativos más avergonzantes: feminazis y neomachistas. ¿Puede haber paz ante tal enrocamiento? Será difícil, pero espero que sí. De hecho, me sitúo en la postura central, la de quienes trabajamos activamente por una igualdad real, pero sin cortar cabezas, por el camino del diálogo amistoso. Y es que un encuentro entre ambos frentes implica tener la cordura suficiente para no emplear términos que comparen a la otra parte con algo tan fuerte como el nazismo, ni catalogar a todo hombre de machista por defender su presunción de inocencia (y la de otros hombres) que, en casos de denuncia falsa queda, simplemente, desterrada. <br /><br />Hemos de reconocer que el feminismo ha sido bueno y necesario en tiempos en que la mujer no disfrutaba de los mismos derechos que los hombres, y que aquellas feministas han de ser reconocidas en sus méritos contextuales. Lo que no tiene sentido es que exista, hoy en día, un feminismo “radical”, cuando la mujer disfruta, salvo excepciones que la ley se encarga de combatir, de grandes ventajas en caso, por ejemplo, de divorcio, disputa conyugal o malos tratos. Pero también hemos de advertir que el feminismo radical de hoy es un resquicio de nostálgicas de aquellos tiempos condenado a morir y que quien hoy en día lo abandera es una minoría muy ruidosa, pero minoría. El problema es que se le ha dado poder ante el vacío de propuestas eficaces contra la violencia de pareja. Porque se han presentado como enfoque salvador de la mujer maltratada y nadie más lo ha hecho. <br /><br />Qué pasa, que ante ese vacío, estas pocas radicales han acaparado todas las ayudas y por ende, todos los apoyos en pro de la causa. Y con ello, han despertado la confianza de muchísimas mujeres de a pie y profesionales, que han adquirido una formación acaparada por sus tesis. Y estas mujeres arrastradas por la inercia y el apoyo institucional, no son culpables de transmitir un enfoque equivocado, porque es el enfoque “institucional”. Por tanto, nadie va a sacarlas de su error llamándolas feminazis o fundamentalistas. Porque ellas, personalmente, no han creado esa ideología. Simplemente la han absorbido del contexto contaminado que las radicales alimentan. Pero esas mujeres, esas profesionales, psicólogas, trabajadoras sociales, asistentas, abogadas que han acudido a cursos para mejorar su capacidad de ayudar a maltratadas, no pueden ser metidas en el mismo saco que aquéllas. Simplemente hemos de ofrecer, sin resentimientos ni agresiones dialécticas, un enfoque razonable, fundamentado, lógico y compatible con la lucha contra la violencia de pareja. Un enfoque que todas esas personas, mujeres y hombres, formados en el enfoque institucional, puedan comprender y asimilar como más justo con todos. <br /><br />Hombres y mujeres nos necesitamos y una guerra entre ambas partes nunca tendrá vencedores. Así que bajemos los humos un poquito. Propongo, pues, a todos los lectores de este blog que NUNCA MÁS vuelvan a usar los apelativos feminazi o neomachista para atacar al que ha sido formado de otro modo. Que seamos bisagra, que no veamos enemigos en cualquiera que no piensa exactamente como nosotros, porque el otro, simplemente, puede estar equivocado, sin tener ninguna intención oscura de dominación sobre el sexo contrario. Aunque hayamos sido heridos por el otro, devolver la lanzada no va a curar nuestra herida. Vamos a liberar la rabia hacia otro lado y vamos a reunir toda la sabiduría, la inteligencia, la paciencia y la cordura que una paz tan importante requiere, para dar, siquiera, un ejemplo útil a los que vienen detrás.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Estoy segura, además, que quienes se dedican profesionalmente a esto, como políticos, jueces, abogados, policías, psicólogos, asesores o asistentes de asesores, preferirían perder su trabajo a cambio de ser testigos y quizá partícipes del fin de esta epidemia.<br />Dispongo de información para aportar claves fundamentales en ese sentido, pues el haber convivido con un maltratador consciente de serlo me da unos argumentos que nadie ajeno a esa experiencia puede tener. Para empezar, les resumo la historia que hace peculiar mi perspectiva: Entre 2000 y 2001 conviví con un maltratador, como digo, consciente de su problema, sin embargo, eso no le permitía controlar ni sus paranoias ni su impulso castigador. Tenía cambios de personalidad muy radicales, pero no se le diagnosticó un trastorno concreto. Atravesaba estados normales y estados de crisis periódicos, de unas 3 veces al mes. En estado normal era un hombre equilibrado, respetuoso, divertido y trabajador que me quería sinceramente. Sin embargo, en estado de crisis, se volvía un hombre susceptible, intolerante, obsesivo y violento que me odiaba con toda su alma. Su consciencia de problema propio le permitía, casi siempre (que no siempre), tomar tranquilizantes antes de llegar al estado de ira. Y también le permitía dedicar el tiempo en que estaba “normal” a analizarse e inventarse terapias. Pero las crisis siempre volvían y la convivencia era cada vez más difícil. Aun así, la aproveché para recopilar datos sobre su conducta, su infancia y la relación con sus padres. Gracias a ello, tras separarnos y después de 11 años de investigación y formación, publiqué un libro con mis conclusiones.<br />Tratando este tema en un festival de novela negra y para inspiración de los autores que nos escuchan, debemos reconocer que la violencia de pareja es el mayor crimen sin resolver de la historia. A saber: miles de muertes violentas por todo el mundo en un mismo contexto, miles de detenidos y suicidados, miles de asesinos de ambos sexos con un modus operandi similar, miles de víctimas que se resisten a colaborar, miles de presos que no se reinsertan, miles de libros, miles de opiniones, miles de preguntas… y ninguna respuesta que permita cerrar el caso. ¿Qué detective se atrevería con esto? No muchos, pero estoy segura que su primera observación se posaría sobre los fallos cometidos que han impedido localizar al culpable, neutralizarlo y cerrar el caso. Y en primer lugar se centrarían, como es lógico, en el tipo al que señalan como culpable, que aquí no es un individuo, sino un defecto universal: el machismo. <br />Si me interrogaran como testigo, yo podría decir que el maltratador no es el espeluznante y calculador psicópata recurrido por tantos autores, y que no siempre es un machista sistemático. De hecho, ninguna mujer medianamente sana se enamoraría del mamarracho cruel y despreciable en que reducen al maltratador infinidad de libros y películas. Esos perfiles viscerales son un insulto a la inteligencia de cualquier maltratada a quien, implícitamente, la presuponen incapaz de advertir las artimañas de un timador sin escuela. Sin embargo, el público demanda personajes planos, identificables, malos y buenos sin dobleces. Y eso es lo que se les da: un villano absoluto en quien poder volcar sin remordimiento nuestros impulsos castigadores diarios, un malvado de muchas caras pero con un único móvil: el machismo. Por eso, en la trama fácil de cualquier noticia, película o novela, la violencia es “de género”, del género masculino contra el femenino, claro. Sin más complicaciones. Gran error.<br />Porque bajamos a la vida real y los profesores de instituto te cuentan cómo cada vez hay más chicas agresivas y controladoras con sus novios. O hablamos con el vecindario y en casa sí, casa no, la que lleva los pantalones con mano de hierro es la mujer. O consultamos a una Asociación como VISC, que combate la violencia por celos y nos revelan que reciben tantas consultas de mujeres como de hombres maltratados. La realidad no es siempre como nos la cuentan.<br />Yo les voy a hablar de los maltratadores de carne y hueso, los que he entrevistado durante este tiempo: lo que tienen en común todos ellos, al margen de su sexo, inteligencia o cultura, es el trato afectivo que recibieron en su primera infancia y que, sin lugar a dudas, fue inadecuado. Todos sabemos la trascendencia que tienen a esa edad los más sutiles impactos emocionales. Bastaría, pues, analizar los parámetros educativos y neurológicos que todos tuvieron en común para localizar el origen del problema. Y eso fue lo que yo hice. Así pues, son 4 los elementos comunes a la mayoría y suponen un trauma afectivo que en muchos casos degenera en trastorno de la personalidad. Y que nadie se sorprenda, pues sabemos que el maltratador común es un celoso patológico y que una patología es un tipo de enfermedad. Sólo que en estas personas, esa patología viene junto con otros síntomas que he identificado para demostrar que actúa como otros trastornos de la personalidad bien definidos. ¿La particularidad de éste? Que se manifiesta en crisis con una frecuencia distinta en cada persona, siendo inapreciables los síntomas en estado normal. Hay agresores que tienen 3 crisis al mes, pero hay otros que tienen 1 crisis cada 3 meses. De ahí que sea tan difícil detectar anomalía alguna, pues en estado normal (que es cuando acceden a visitar a un especialista) predomina en ellos su parte sana. Comprendan ahora lo difícil que le resulta a una maltratada abandonar a un hombre que la hace feliz 3 meses, por un día o dos que la hace infeliz. Ustedes sólo ven el suceso, pero nosotras hemos visto al hombre. Y un hombre es más complejo de lo que puede abarcar un titular brevemente desglosado a partir de un hecho sangriento. Para saber cómo siente y cómo piensa un maltratador, o hay que ser maltratador o hay que convivir con uno que sea consciente de serlo. Además, ¿desde cuándo hay dogmas en psicología?, ¿desde cuándo está todo descubierto en el cerebro humano? No hay impedimento teórico alguno para concebir nuevos trastornos, mucho menos en individuos tan imprevisibles y desconocidos como los maltratadores. El psiquiatra Valentín Barenblit, afirmaba en unas Jornadas Pro-Salud Mental, que “el maltratador de género sufre un trastorno mental severo que, además de afectar a la Justicia, compete especialmente a los responsables de la salud mental”.<br />¿Que por qué el machismo no es el problema? 1º) Porque las mujeres y los homosexuales no maltratan por machismo, 2º) porque está aumentando el fenómeno entre la juventud, en teoría más alejada de criterios patriarcales, 3º) porque hay más feminicidios en países del norte de Europa que en los del sur, 4º) porque existen casos en que hombres formados en igualdad maltratan a su pareja. Por cierto, leí de otro especialista que el maltratador no necesita terapia porque no padece ninguna enfermedad, que sólo necesita reeducación. Ahora escuchen esta noticia: En enero de 2006, en Ronda, un subinspector de policía mató a su ex pareja y se suicidó después. Pues este señor era representante policial de la mesa local contra la violencia de género y había impartido charlas sobre esta lacra. ¿Estaba o no estaba lo bastante reeducado? Que habrá zoquetes entre los maltratadores estoy segura, pero la mayoría saben perfectamente de lo ilegal e intolerable del maltrato. Sin embargo, saberlo racionalmente no les sirve para controlarlo. 5º) ¿Qué papel juega el machismo en todo esto?, El machismo es sólo el ambiente donde el verdadero problema se encuentra cómodo, donde vive más contenido. Siendo un trastorno vinculado a los celos, ocurre lo mismo que en una dictadura, donde mueren antes los rebeldes que los sumisos. En la dictadura de los celos pasa igual: muere antes quien se rebela. Por tanto, hay que combatir el machismo, sí, pero sin olvidar el trastorno celotípico que estalla violentamente ante la rebeldía y la libertad.<br />Señalar un trastorno como principal sospechoso de los crímenes de pareja no significa dar al maltratador un atenuante de su pena. Este agresor no mejora, sino que EMPEORA con el tiempo y como la seguridad de las víctimas es lo primero, no podemos soltar a un tipo así sabiendo que pasados 20 años estará peor. Por tanto, mientras no exista una terapia eficaz, no se puede liberar a un maltratador de alto grado. Obviamente, un objetivo ineludible para combatir esta lacra, será investigar esas terapias específicas y aplicarlas en prisión. <br />Este sería el eje de mi propuesta. Y disculpen mi impaciencia, pero es que no tenemos tiempo que perder en palabras vacías y posturismos políticos, porque mañana puede morir otra mujer que, de saber lo que yo sé, quizá podría salvarse. Porque de esta idea se derivan otras que agilizarán la prevención, la protección y la recuperación, haciendo más efectivos los protocolos por nuestra seguridad. Y aunque valoro las buenas intenciones de las leyes que se emprenden contra el maltrato, debo decir que, si bien son necesarias, no bastan. Y que ahora, del lado de quienes hemos sufrido el problema, les ofrecemos otra vía sobre la que trabajar, que no se está abordando por bloqueos ideológicos, pero que estoy segura, evitaría muchas muertes. <br />Crimen resuelto. Ahora está en otras manos cerrar el caso… o dejarlo abierto y seguir creyéndonos la historieta del machismo.<br /><br />Texto leído ante asistentes y contertulios de la mesa redonda: Miguel Lorente (delegado del gobierno para la violencia de género), Inés parís (directora de cine), José María Gómez-Villora (Juez titular del Juzgado nº1 de Violencia sobre la Mujer de Valencia) y Carmen Chaparro (periodista y moderadora de la mesa).<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Pero se lo ha creído sin plantearse algunas cosas como éstas que yo, que también he sido maltratada, sí que me he planteado y he investigado sin dejarme condicionar por los especialistas que nunca han conocido esta realidad en primera persona:<br /><br />- ¿En qué momento entre su infancia y su adultez perdió el maltratador toda su bondad para convertirse en alguien tan malvado? ¿Acaso nació malo?<br /><br />- Cuando me enamoré de él ¿cómo es que no advertí que era tan malo, retorcido y manipulador? ¿Acaso todos los maltratadores vienen con un curso de interpretación bajo el brazo, como para ser capaces de fingir hasta el punto de engañar a mujeres cultas e inteligentes?<br /><br />- Y las mujeres maltratadoras ¿tampoco son enfermas? ¿también son personas retorcidas, malas y manipuladoras? ¿por qué? ¿en qué momento de su historia se volvieron así? ¿Acaso nacieron así?<br /><br />- La afirmación de que no es un enfermo se deduce porque su conjunto de síntomas no corresponde con ninguna de las enfermedades concretadas en el diccionario de salud mental, sin embargo este diccionario contempla “trastornos de personalidad no definidos” donde sí podrían encajar estos individuos y además todos los especialistas que investigan la personalidad maltratadora reconocen que la mayoría presentan varios síntomas psicopatológicos. Por tanto… cable alguna posibilidad de que sí sean enfermos.<br /><br />- El miedo a que reciban una disculpa social también condiciona la opinión infundada de que no son enfermos. Así como la posibilidad de que esta consideración de enfermos pudiera servirles de atenuante de la pena y los dejara en la calle, con el peligro que eso representaría para las víctimas.<br /><br />- Se ha generalizado, gracias a los medios, la televisión, la publicidad, el cine, la literatura, etc. la imagen del maltratador como un psicópata. Sin embargo el perfil psicopático del maltratador, según los estudiosos del fenómeno, es el más minoritario. Esto invita a pensar que se extiende la consideración psicopática del maltratador común por la antipatía que despiertan estos perfiles y la creencia de que esto despertará más rechazo social y ayudará mejor a la víctima a distanciarse de su agresor.<br /><br />- Afirmar que “el maltratador no es un enfermo” acaba siendo, pues, un insulto a la inteligencia y la autoestima de las mujeres maltratadas, pues las tacha de personas incapaces de intuir los engaños de un timador sin escuela y de enamorarse de un monstruo sin escrúpulos. Sin embargo, en realidad, la maltratada se ha enamorado de la parte buena que convive con la mala en la cabeza del agresor, y esa dualidad habla de su patología, cosa que la víctima intuye desde el primer momento. Si embargo, cuando le hacen creer que no está enfermo, entonces ella se cree capaz de rescatar a su lado bueno, de cambiarle por amor. No obstante, si supiera que está enfermo, que su enfermedad tiende a empeorar, que los arrebatos serán cada vez peores y que no hay tratamiento, sabría con certeza que no puede cambiar, cosa que le ayudaría a distanciarse más definitivamente. <br /><br />- Por otro lado, si el maltratador es retorcido, malo y manipulador ¿qué pretenden rescatar los protocolos de rehabilitación de agresores? ¿para qué sirven? Se supone que una persona mala y retorcida no quiere cambiar. Quiere cambiar quien conserva algún resquicio de bondad y de ilusión por ser feliz de otro modo. Sin embargo, la imagen psicopática que dan de él los medios, hacen del maltratador alguien aparentemente irrecuperable. Por eso, los protocolos de rehabilitación no suelen recibir ayudas institucionales: eso no da votos, pues no es coherente con la imagen de malvado que se alimenta por todos los medios.<br /><br />- Por último, revisemos cómo se define la “enfermedad mental”: <br />o <span style="font-style:italic;">La enfermedad mental, concepto enmarcado en la psiquiatría y medicina, es una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo, considerado como anormal con respecto al grupo social de referencia del cual proviene el individuo. Se encuentra alterado el razonamiento, el comportamiento, la facultad de reconocer la realidad o de adaptarse a las condiciones de la vida. Dependiendo del concepto de enfermedad que se utilice, algunos autores consideran más adecuado utilizar en el campo de la salud mental el término "trastorno mental". Sobre todo en aquellos casos en los que la etiología biológica no está claramente demostrada, como sucede en la mayoría de los trastornos mentales. Además, el término "enfermedad mental" puede asociarse a estigmatización social. Por estas razones, este término está en desuso y se usa más trastorno mental, o psicopatología. El concepto enfermedad mental aglutina un buen número de patologías de muy diversa índole, por lo que es muy difícil de definir de una forma unitaria y hay que hablar de cada enfermedad o trastorno de forma particular e incluso individualizada ya que cada persona puede sufrirlas con síntomas algo diferentes. En cuanto a la etiología de la enfermedad mental, podemos decir que, debido a su naturaleza única y diferenciada de otras enfermedades, están determinados multifactorialmente, integrando elementos de origen biológico (genético, neurológico,...), ambiental (relacional, familiar, psicosocial,...) y psicológico (cognitivo, emocional,...), teniendo todos estos factores un peso no sólo en la presentación de la enfermedad, sino también en su fenomenología, en su desarrollo evolutivo, tratamiento, pronóstico y posibilidades de rehabilitación. La enfermedad mental suele degenerar en aislamiento social, inactividad, abulia, desorden del ritmo de vida en general y, en ciertos casos y circunstancias, comportamientos violentos e intentos suicidas.</span><br /><br />Leyendo esta definición ya no parecen tan incompatibles los síntomas que manifiesta la mayoría de los maltratadores con la afección de un trastorno mental. Señores, el maltratador común no es un psicópata. Y si no es un psicópata, no es una persona retorcida, mala y manipuladora. Quizá en determinados momentos emplea métodos que sí lo son, pero eso habla de sus acciones, no de su ser, de su esencia. Del mismo modo, la mujer maltratadora tampoco es en su esencia una persona mala. Esto significa que hay alguna traba en su cerebro que le lleva a cometer actos malos, incompatibles con la felicidad de sus allegados y la suya propia. Pues este comportamiento no habla de que esa actitud le produzca alguna satisfacción y por eso la mantiene. De hecho, ningún maltratador o maltratadora, a excepción de los psicópatas, es feliz cuando maltrata. Normalmente están inyectados en una rabia, ansiedad y obsesión insaciable por castigar actos que su criterio paranoico considera “malos”. El maltratador cuando maltrata cree estar ejecutando un castigo justo, igual que cuando se suicida tras haber matado a su pareja. El impacto de ver muerta a su pareja lo despierta de su estado semi hipnótico de crisis y le hace valorar la desproporción de su acto, obligándole a aplicar sobre sí mismo el criterio con que antes la castigó a ella. Y es que el criterio que más condiciona la vida de un maltratador es “el criterio de castigar lo malo”, pero convertido en impulso y movido por delirios paranoicos, casi siempre celotípicos. El agresor no siente que maltrata, siente que castiga una maldad, igual que él era castigado de pequeño cuando su madre consideraba que hacía algo malo, por eso tampoco se identifica en las campañas publicitarias contra el maltratador. Nadie condenaba ni llamaba “maltratadora” a su madre cuando le pegaba por acciones cuya maldad él no era capaz de entender. Por eso también él ahora cree estar castigando con justicia. Pero ¿contra qué maldad?, se preguntarán. Contra la traición de la que se cree víctima, por sus celos patológicos. Entonces ¿es o no es un enfermo? De acuerdo, no lo llamemos “enfermedad”, llamémoslo “trastorno mental”, como aconseja su definición.<br /><br />Se trata, sin embargo, de un trastorno especial, que debería ser tratado penalmente con leyes especiales. Su enfermedad nunca debe ser atenuante de pena. Primero, porque el agresor es consciente de la maldad de su acto y asume el castigo que le corresponde, hasta el punto, muchas veces, de parecerle leve una pena de cárcel y preferir la pena de muerte que él mismo se aplicaría. Segundo, porque sigue siendo un peligro potencial, ya que no existe terapia eficaz para este trastorno. Tercero, porque se debe aprovechar su reclusión para investigar y practicar terapias. Y cuarto, porque debe impedírsele el suicidio, con tal de que su reclusión repercuta en la sociedad por medio de la investigación de terapias aplicables a afectados en libertad que aún no han maltratado. <br /><br />Este es uno de los medios que VISC propone para acabar con la violencia de pareja. Otro medio sería trabajar en formar a los padres para que eviten volcar en sus hijos aquellas agresiones concretas que repercuten en el desarrollo de una personalidad maltratadora.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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</script></div>VISChttp://www.blogger.com/profile/06632985360136635191noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5378071290516658376.post-81608254509540018212010-12-29T12:47:00.002+01:002010-12-29T13:03:41.477+01:00Los porqués de otro año negro en la violencia de parejaLos porqués de otro año negro en la violencia de pareja, 6 años después de una ley anticonstitucional inspirada en la máxima maquiavélica de que “el fin justifica los medios”, no son, en realidad, tan inexplicables. Y no, no voy a decir que la Ley Integral de 2004 es la culpable, aunque no esté de acuerdo con algunos de sus planteamientos y a pesar de su ostentoso fracaso. Tampoco opino, como algún sector de la Iglesia, que el progresivo abandono del modelo de familia tradicional tiene relación con el aumento de la violencia en la pareja. Sin embargo, tampoco respaldo a quienes contraatacan diciendo que es, en realidad, la Iglesia y su sentencia “hasta que la muerte nos separe” uno de los factores que intervienen en el fenómeno. De ninguna manera apoyo, por otro lado, la paupérrima excusa de que el debate sobre las denuncias falsas ha ejercido de freno en la voluntad de denunciar de las víctimas. Para argumentar esto y mi convencimiento de que tampoco el machismo es el problema, he escrito un libro, pero quisiera compartir desde aquí un resumen de mi opinión al respecto en un momento en que todo son elucubraciones deshilachadas y redundantes que poco aportan. Y lo hago desde la humilde y desafortunada autoridad que me da el haber sido víctima de la locura de un maltratador y desde el deseo de conocer un futuro en que ninguna persona, ni mujer, ni hombre, ni niño, ni anciano, sean agredidos por quienes se supone, deberían amarles.<br /><br />Voy a partir del dato que muchos mencionan y nadie interpreta de la estadística del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia, que demuestra que los índices de feminicidios en España son menores que en el norte de Europa, en países que llevan muchos más años que el nuestro aplicando ambiciosas políticas de igualdad. Hay quien enarbola esta estadística para acallar las voces que claman escandalizadas por el incesante goteo asesinadas en España, como si nuestra inferior posición en la tabla indicara que algo estamos haciendo bien respecto a esos países. Sin embargo, en la medida en que les imitamos, parecemos aproximarnos a sus estadísticas y temo que sólo sea cuestión de tiempo alcanzarles si no hacemos algo distinto. De hecho, es bien sabido que no pueden obtenerse resultados distintos haciendo lo mismo de siempre. Por tanto, deberíamos aprovechar su experiencia para dar paso a propuestas diferentes, paralelas y compatibles, atendiendo a que tampoco las medidas por la igualdad, siendo justas y necesarias, serán el anclaje que nos amarre a un futuro sin violencia. <br /><br />Con mi historia a cuestas y todo de lo que ella he aprendido e investigado, puedo aportarles una propuesta en esa línea. Pero antes, resolveré la pregunta que angustia a los investigadores que tratan de desentramar este problema averiguando por qué las maltratadas vuelven con su agresor, se resisten a dejarle, no lo denuncian o sencillamente le aman. Porque sí, como bien sospechan, esa es una de las claves. Pues resulta que el agresor es bueno y malo al mismo tiempo. Tal cual. No es un grandísimo actor que finge ser bueno en pro de sus sádicos planes de sometimiento de la mujer, no. Es que es realmente bueno y malo, alternativamente, en estados psicológicos que se suceden con una frecuencia determinada en cada individuo: el estado normal y el estado de crisis. La maltratada se enamora, entonces, del hombre bueno que es este agresor en estado normal, pues resulta que en ese estado son personas absolutamente normales, respetuosas y particularmente sensibles. Sin embargo, en estado de crisis, se apodera de ellos la potente paranoia de estar siendo despreciados por todos, de que todo el mundo es malo, de que su pareja planea traicionarle y de que él tiene que castigarla por ser mala. Así pues, en crisis, su comportamiento se ajusta a una máxima universal inapelable: lo malo debe ser castigado. El problema es que su paranoia, su criterio patológico le hace ver maldades en cualquier cosa y siente una ansiedad insoportable si no ve saciado su impulso neurótico por castigarlo. Nos enfrentamos pues a una anomalía psíquica vinculada a los celos patológicos que, además, afecta por igual a hombres y mujeres. La consciencia de problema propio, por otro lado, no revierte los síntomas. De hecho, mi ex pareja era muy consciente de su problema y a pesar de ello, no podía controlarlo. Por tanto, de nada sirven los protocolos enfocados a que reconozcan racional y conscientemente lo inadecuado de su conducta. <br /><br />Esta es la base de mi propuesta, pero antes de criticarla piensen por un momento en si fuera verdad. Si esto fuera cierto y llega a demostrarse, como firmemente creo que ocurrirá, el único problema a resolver, a parte de encontrar una terapia eficaz, sería el tratamiento penal que recibiría este tipo de trastorno. En mi propuesta resuelvo esta cuestión, contemplando que se trate como un nuevo trastorno de la personalidad compatible con el internamiento penal ordinario. Primero, por su peligrosidad inherente y por la seguridad de las víctimas; segundo, porque este trastorno permite comprender la gravedad del delito y asumir el castigo que le corresponde, hasta el punto de parecerles leve la pena de cárcel; tercero, precisamente, porque debe impedírsele el suicidio con el fin de seguir investigando en ellos terapias más eficaces que sirvan para detener el empeoramiento y reducir la peligrosidad de afectados en libertad; y por último, para investigar las claves que originan estas personalidades maltratadoras y trabajar en su prevención. <br /><br />¿Siguen escandalizados por mi propuesta? Quizá por ser, precisamente, una ex maltratada, no temo hacerla y no tengo ningún prestigio que perder si me equivoco. Pero piensen, de nuevo, en la estadística del Centro Reina Sofía sobre el ranking de feminicidios en el mundo. Desde mi enfoque podemos dar una interpretación bastante razonable al hecho de que en Europa se mate a más mujeres en países altamente igualitarios y menos en países tradicionalmente machistas. Lo explico con un ejemplo: Si asimilamos los celos patológicos a una dictadura, ¿quién muere antes en esta dictadura, los rebeldes o los sumisos? Lógicamente, muere antes quien se rebela, quien desafía a la dictadura. Pues lo mismo ocurre con este trastorno. En los países del norte se estimula la libertad y la rebeldía sin combatir la dictadura de los celos, que se ve provocada y estalla, tanto contra las mujeres, como contra los hombres. No es casual que en Holanda recientemente se haya pasado de tener 4 a abrir 40 casas de acogida para hombres maltratados. <br /><br />Olvídense de prejuicios, de esquemas preconcebidos, de ideologías, de posturismos y reflexionen, por el bien de todas las víctimas presentes y futuras: Con los medios actuales no se está consiguiendo nada, ni en España, ni en el resto del mundo. Sin embargo, los síntomas son sospechosamente similares en todas partes sin que se logre dibujar un perfil predeterminado ni de víctimas ni de agresores, igual que ocurre con otros trastornos y enfermedades. ¿Les asusta que esta sugerencia sirva para disculpar al maltratador? Pues si sirve para salvar vidas y permite que los agresores asuman una pena igual a la de un individuo sano, a mí no me asusta en absoluto. Y no, no paso la patata caliente a manos de los psicólogos y psiquiatras, la paso a manos de toda la sociedad que debe, de una vez por todas, abandonar la palabrería vacía y volcarse en evitar los factores educativos concretos que confluyen en el desarrollo de una personalidad maltratadora. Siendo un enfoque compatible con los protocolos actuales, ¿qué perdemos investigándolo?<br /><br />Araceli Santalla, presidenta de la Asociación VISC (www.visc.es) y autora de “El machismo no es el problema”, Alborán Editores, 2010 (www.tiendadelpsicologo.com)<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Araceli observó que hay muchas ganas y buenas intenciones en estos Congresos, aunque lamenta que todo ese empeño y energía se pierda en fórmulas que año tras año se demuestran ineficaces. Esto se advierte, además, en la frustración que abogados, jueces o policías manifiestan en cuanto a las medidas de protección oficial, ya que al final, todo se queda en manos de una maltratada que acaba perdonando a su agresor. Esta es una de las realidades que más preocupan y más desconcierto causan, pero gracias al testimonio de Araceli, basado en su propia experiencia como maltratada, pudieron entender mejor los porqués de esta conducta y adquirir una sensibilidad distinta para enfrentarlos y sin duda, atenderlos mejor. <br /><br />Para ello también puso al alcance de los asistentes los folletos de VISC: El manual de autoprotección y el folleto de orientación para celosos agresivos. El manual de autoprotección para víctimas de violencia en su relación de pareja, ha resultado ser una herramienta muy iluminadora para hacer conscientes a víctimas de ambos sexos del trastorno de su pareja y de cómo enfrentarlo con seguridad. Nos lo dicen los propios afectados. De hecho, los ejemplares que 2 ertzaintzas se llevaron al País Vasco, ya han dado su fruto y hemos recibido la llamada de un hombre que se reconoció como víctima de la violencia celosa de su mujer. Así pudimos orientarle acerca del problema y esta víctima encontró respuestas que andaba años buscando, recuperó la confianza en sí mismo y se reconfortó con el descubrimiento de que no está solo, de que sí existe una Asociación que contempla su realidad y le ofrece una ayuda desinteresada. Estos son los frutos que más nos satisfacen de nuestro trabajo: el poder ofrecer una salida, un poquito de luz a personas que andaban totalmente perdidas en este fenómeno tan complejo y de tantos vértices. <br /><br />Prueba del interés que despertó su intervención es que la ponente que le seguía, la psicóloga Isabel Iborra, representando al Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, hizo repetidas referencias a las reflexiones de Araceli, corroborándolas con otras palabras. En el descanso, la saludó con cariño y quiso intercambiar direcciones para mantener el contacto y quizá, realizar actividades comunes con su instituto. <br /><br />Varias personas la buscaron, además, en los momentos de descanso, para intercambiar impresiones que siempre partían de una felicitación. Una mujer que se disponía a iniciar talleres para maltratadas quiso estrechar vínculos con VISC para futuras colaboraciones. Un periodista sensibilizado con la realidad del hombre maltratado, se mostró plenamente identificado con las ideas de Araceli y se lo comunicó con emoción. La concejala de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Villajoyosa también se presentó y la felicitó efusivamente. Una víctima que presentaba visibles secuelas de su tormentosa relación pasada, también se mostró muy identificada con la experiencia y conclusiones que de ella extrajo y expuso Araceli. <br /><br />Todas las preguntas que se hicieron al término de las intervenciones de los 3 ponentes que compartieron la Mesa Redonda, se dirigieron a Araceli e insistieron en lo novedoso e interesante de su punto de vista.<br /><br />Por otro lado, retomamos el contacto con una Casa de Acogida de mujeres maltratadas que se mostraron definitivamente interesadas en que Araceli les hiciera una visita y charlara con las chicas acogidas, pues han comprendido que su enfoque las ayudará para distanciarse consciente y consecuentemente de sus agresores, sirviéndoles, además, para reconstruir su autoestima, sabiendo que el problema está al 100% en la cabeza de su agresor y que ni el amor más grande puede curarlo. Pero que sabiendo cómo funciona, podrán detectar y mantenerse siempre al margen de relaciones similares, manteniendo sana su esperanza de encontrar un hombre que las ame correctamente. <br /><br />En definitiva fue una experiencia enriquecedora que nos sigue animando a compartir y defender estas ideas en cualquier ámbito. Pues si bien no es el planteamiento políticamente correcto, al expresarlo con argumentos, gráficos, lógica y razones contrastadas, además de con la pasión de alguien que lo ha sufrido en su piel, el oyente, fuera de la influencia mediática o ideológica, no puede más que encajarlo y relativizar sus propios esquemas. Y es que de nada sirve atrincherarse en una ideología que parcializa este fenómeno por sexos cuando la realidad nos demuestra, cada día, que hombres y mujeres podemos ser tanto víctimas como agresores y que, en realidad, deberíamos estar todos en el mismo bando, el de las personas que quieren acabar con este problema desde su raíz. Así, con la suma de todos los esfuerzos, experiencias e ideas, seguro que podemos cambiar el trágico rumbo de esta lacra y quién sabe, quizá ser un referente para otros países.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Una organización no gubernamental sin ánimo de lucro creada para combatir la violencia de pareja (como prefieren llamarla, en lugar de violencia de género) desde una nueva perspectiva: los celos patológicos agresivos. Un trastorno para el que, como reconocen especialistas de la talla de Enrique Echeburúa en su libro “Celos patológicos, una emoción destructiva” no existe una investigación controlada dirigida a su tratamiento. Pero como alerta su fundadora y presidenta, Araceli Santalla, tampoco hay especialista que garantice una cura total, ni siquiera una mejora significativa en la mayoría de casos patológicos agresivos. “Y por eso, entre otras cosas, era necesaria una Asociación”, insiste. Porque no sólo están abandonados a su suerte los afectados por este trastorno, sino también sus parejas, que asisten desconcertadas a los vaivenes de una personalidad tan sensible y atractiva por una parte, como destructiva y violenta por otra. <br /><br />El hecho de enfrentarse a uno de los posibles orígenes de la personalidad maltratadora y atender a muchos de sus afectados, no intimida a la fundadora de VISC, una ex mujer maltratada que escapó a salvo de su agresor gracias a la información que obtuvo del trabajo de campo que realizó en convivencia con él. “Conocer el problema – admite – es la primera herramienta para sobrevivir a él”. Su ex pareja estuvo con varias mujeres antes de conocerla a ella y a todas las maltrató psíquica y físicamente. Ella aprendió, al menos, a evitar las agresiones físicas. Sin embargo, los delirios celotípicos y el maltrato psicológico no cedían. Esto, no obstante, no menguó su lado atractivo y carismático, tampoco para ella, que valoró, además, la consciencia de problema propio de que disfrutaba este hombre y su voluntad titánica y vana por cambiar. “¿Por qué siendo consciente de su problema, deseando cambiar y asistiendo a un psicólogo y a un psiquiatra, este hombre no consigue mejorar?”, se preguntaba. Nadie le dio una respuesta, así que decidió buscarla por sí misma ejerciendo de investigadora autodidacta en la misma boca del lobo. Una decisión muy comprometida que, advierte, no recomienda a nadie.<br /><br />“Fueron 10 meses entre el cielo y el infierno. Los 10 meses más brutales y aleccionadores de mi vida – reconoce -. Mi ingenuidad fue creer que con mi amor y mi paciencia podría cambiarle”, admite recordando una de las enseñanzas que transmite a las personas maltratadas que acuden a VISC buscando respuestas para enfrentar situaciones parecidas: “El amor no puede cambiarles y las crisis siempre vuelven”. “La gente – continúa Santalla - está muy desorientada a la hora de tratar con un celoso patológico agresivo”. Por eso en VISC han redactado un “Manual de orientación para víctimas de violencia en su relación de pareja” que ofrecen en papel y en PDF a través de su web www.visc.es . En esta página el internauta puede acceder, además, al libro que recoge la investigación, conclusiones y propuestas que Araceli Santalla hace, fruto de su experiencia personal y trato durante 10 años con otros afectados, para el fin de la violencia de pareja. Un libro cuyo título no deja a nadie indiferente: “El machismo no es el problema”, prologado por el escritor y premio Nadal Lorenzo Silva y sobre el que su autora ofrece charlas en diversos ámbitos, desde Ayuntamientos y Asociaciones hasta Congresos Nacionales e Internacionales, haciendo hincapié en su contundente potencial para reforzar la lucha contra esta lacra. De hecho, su proyecto abarca 3 dimensiones: investigadora, social-asistencial y formativa, ofreciendo, por otro lado, una ventaja triple: detección precoz, prevención y rehabilitación.<br /><br />Pero otra de las peculiaridades de esta Asociación es que no vincula el papel del agresor a los hombres y el de víctimas a las mujeres. Cualquiera puede ser víctima y agresor por celos. De hecho, VISC recibe consultas de mujeres que reconocen maltratar por celos a sus maridos y de hombres que admiten encontrarse totalmente hundidos por los castigos celosos de sus mujeres. Sin embargo, sigue siendo más habitual la llamada de mujeres maltratadas. “Y para todos ellos hay recomendaciones que les permiten tomar las decisiones más compatibles con su felicidad y su seguridad”, informa su presidenta.<br /><br />En definitiva, nos encontramos ante la primera Asociación en el mundo creada por una ex maltratada y dedicada, mediante voluntarios respaldados por psicólogos, a minimizar los destructivos efectos que los celos patológicos tienen en las relaciones de pareja, contribuyendo, quizá, a que las muertes que lamentamos cada año por este terrible fenómeno, sean algunas menos.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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</script></div>VISChttp://www.blogger.com/profile/06632985360136635191noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5378071290516658376.post-90123042163243444872010-06-10T00:43:00.003+02:002010-06-10T01:25:57.000+02:00II Congreso Internacional sobre SAP y Custodia CompartidaAl finales del mayo pasado tuvimos el placer de asistir a este interesante congreso donde se dieron cita más de 50 asistentes y 20 ponentes de todo el mundo para abordar el tema del SAP y la Custodia Compartida. Interesante resaltar que había una casual paridad entre los asistentes, siendo tantos hombres como mujeres y demostrando con ello, que este tema no es una preocupación masculina, por intereses "machistas" como sospechan maliciosamente las feministas antisociales. Es una preocupación de todas las personas susceptibles de sufrirlo, es decir, cualquier padre o madre sumido en un proceso de separación. <br /><br />Allí escuchamos, pues, testimonios de padres y madres que habían sido apartados de sus hijos a la fuerza contemplando impotentes cómo, la confianza que antaño tenían con sus hijos, se iba transformando, sin mediar palabra por su parte, en un odio sin fundamento que sólo podía explicarse por la manipulación y coacción a los que habían sido sometidos por parte del padre/madre custodio. <br /><br />En VISC compartimos la idea de que es necesario detectar y medir el daño que el padre/madre custodio puede hacer a los hijos mediante esta manipulación, de que se desarrollen programas terapéuticos para recuperar la libertad afectiva de los pequeños y que se penalice de algún modo al progenitor que use estos métodos para castigar al otro progenitor (y al niño a su vez) por frustraciones mal resueltas. <br /><br />Entre los momentos más interesantes de este encuentro, resaltamos la impecable ponencia del psicólogo e investigador valenciano Julio Bronchal, injustamente perseguido por el feminismo antisocial dada la fuerza y profundidad de sus argumentos en pro de un trato justo y considerado con el equilibrio psicológico de los niños, un trato tan apartado de los intereses políticos, ideológicos y económicos que alientan estos movimientos radicales antisociales disfrazados de feminismo. <br /><br />Especialmente emotivo fue también el testimonio de Carlos, que relató el calvario que vivió su hijo bajo la custodia de su madre, que aparte de desatender sus necesidades terapéuticas por su trastorno de personalidad, desgarró el sano vínculo que el chico tenía con su padre, generándole una tensión y una soledad que acabaron llevándolo a consumar el suicidio que ya intentó en varias ocasiones durante este proceso. Mencionar también el dramático caso de una madre, psicóloga de profesión, que hubo de sufrir el fallecimiento de su hija adolescente por "muerte súbita" y después, la culpa que sobre ella (por ser portadora del gen responsable) descargó su ex-marido quien, tras la separación, manipuló a los hijos para que no quisieran volver a verla. <br /><br />Por otro lado, destacar la fortuna que tuvimos de conocer a la psicóloga Mª José Meseguer Medina, quien se interesó mucho en nuestro proyecto y se ha ofrecido a colaborar con nosotros desde Barcelona, en la medida de sus posibilidades, así cómo al Doctor y psiquiatra alemán, ponente del congreso, Wilfrid Von Boch-Galhau, quien se mostró profundamente impactado por la historia que motivó la fundación de la Asociación VISC y nos ha comunicado su interés en conocer más de nuestro proyecto. Hasta el punto que dentro de unos días visitará España de nuevo sólo para entrevistarse tranquilamente con nosotros y descubrir las circunstancias, detalles y propuestas de VISC para el fin de la violencia de pareja. Un privilegio para esta causa que confiamos resulte enriquecedor para el ya denso bagaje de este gran especialista. <br /><br />Felicitar pues a los organizadores del Congreso, en especial a Juan Carlos y a Mª José, con quienes tuve el placer de compartir alguna charla y animaros a seguir en esta necesaria lucha, porque miles de niños de todo el mundo, en el futuro, os lo agradecerán.<br /><br />Araceli Santalla.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Acto para el que pidió a nuestra presidenta, Araceli Santalla, hacerse cargo de la presentación, propiamente dicha, dada la relación existente entre su libro "El machismo no es el problema", prologado por el mismo escitor, con esta nueva novela de los guardiaciviles Bevilacqua y Chamorro. <br /><br />A continuación os adjuntamos el texto de la citada presentación para todos aquellos que no pudísteis asistir y que conocéis, de lejos o de cerca, la obra de tan prolífico autor:<br /><br /><br /><span style="font-style:italic;">"Buenas tardes, en primer lugar agradecer a Lorenzo Silva que pensara en mí para presentar “La estrategia del agua” en Valencia y después, gracias a todos compañeros del foro de Lorenzo Silva, amigos y lectores por haber venido a este acto. <br />Como dijo el sr. Director del Museo, me llamo Araceli Santalla y quisiera añadir alguna cosa para situarles respecto a mi relación con la nueva novela de Lorenzo. <br /><br />A partir de una experiencia personal, empecé una investigación sobre la relación de los celos patológicos y la violencia de pareja cuyas conclusiones publiqué en mi libro “El machismo no es el problema”. Después de 10 años de trabajo autodidacta, de realizar varios cursos y asistir a varios congresos sobre este fenómeno, comprendí que disponía de una información muy útil para la lucha contra la violencia de pareja sin distinción de género, por lo que también doy charlas sobre ello. Por otro lado, en la Asociación “Vive Sin Celos”, ofrecemos recursos y orientación a celosos conflictivos y a sus parejas para que puedan enfrentar mejor este trastorno, especialmente, en su variante agresiva. <br /><br />Todo esto, aunque no lo parezca, tiene relación con lo que hago hoy aquí. Verán, nos encontramos ante una novela que no va a dejar a nadie indiferente. Es decir, que levantará pasiones en sentidos opuestos que quizá obliguen a su autor a dar más explicaciones de las estrictamente literarias. Y es que, si bien los 6 libros que lleva escritos sobre esta pareja de guardiaciviles se sitúan en la España contemporánea, con sus virtudes y sus miserias, en esta ocasión va más allá, pues pone en la mesa de autopsias, no sólo el cadáver sobre el que gira la trama, sino a la mismísima justicia española actual, representada aquí en la nueva y polémica ley de violencia de género. Una ley necesaria, como admite el narrador, pero discutible en tanto que olvida la presunción de inocencia de un hombre ante la simple denuncia de una mujer, o que considera a la mujer menos imputable que un hombre ante un mismo delito, por el mero hecho de ser mujer. Un tema, como todos saben, muy debatido últimamente en los medios, pues a nadie le es ajeno que está rasgando de arriba abajo las relaciones entre hombres y mujeres en una batalla que no va a tener vencedores. <br /><br />Esta proyección social tan comprometida, dota a “La estrategia del agua” de una emoción añadida a la que logra habitualmente el autor acercándonos a los pensamientos de este psicólogo llamado Rubén Bevilacqua que acabó de guardia civil, ahora ya brigada, y a su relación con la cada vez menos joven y más sabia Virginia Chamorro, su compañera, ascendida a sargento. Me consta que no soy la única lectora que se muerde las uñas por saber cómo se resuelve esa falsa indiferencia afectiva que ambos tratan de fingir y a la que el autor da otra vuelta de tuerca en esta novela.<br /><br />Pero como les digo, lo que más me ha conmovido y lo que me une, especialmente a este libro, es su nueva dimensión social. Tanto, que le dije a Lorenzo que iba a convertirse en el libro de cabecera de muchas personas, hombres e hijos principalmente, pero también de mujeres cercanas a esos hombres, víctimas de la furia y los celos de una maltratadora. <br /><br />Miren, hay algo que no les he dicho. Y es que, aparte de lo que al principio hemos contado sobre mí, también fui una mujer maltratada. Por un hombre, por supuesto. De eso hace 10 años, los 10 años que vengo investigando este fenómeno. Pero como pueden comprender, esa fue la experiencia que me condujo a donde estoy ahora. Fruto de aquello es el libro que he escrito, un libro que, cuando sólo era un boceto, llegó a las manos de Lorenzo quien, comprendiendo su potencial, decidió respaldarlo escribiendo el prólogo con que hoy está publicado. <br /><br />Mi punto de vista, entonces, no es distante y por eso sabía que tenía mucho que aportar a la lucha contra esta lacra. Como mucho tienen que aportar todas las maltratadas cuya opinión nunca es tenida en cuenta a la hora de redactar las leyes con que pretenden protegerlas o los protocolos con que piensan recuperarlas. Sin embargo, quienes hemos sido víctimas, tenemos mucho que decir. Y una de las cosas más importantes es que éste es un problema sin género que requiere un tratamiento sin género, por respeto a todas las víctimas, sean mujeres, hombres, homosexuales o lesbianas. Pero también por acudir a la verdadera raíz del problema, que no es el machismo, sino una suma de anomalías psicológicas que funcionan como un trastorno de la personalidad. <br /><br />Pensemos que si la víctima no tiene un perfil predeterminado y previsible, tampoco el agresor ha de tenerlo. En cierto modo, el trabajo que yo hice con mi ex pareja para descubrir los mecanismos profundos de su conducta, es el trabajo que Vila y Chamorro hacen para dar con el asesino de turno. Igual que ellos, también yo hube de despojarme de prejuicios, tópicos y esquemas preconcebidos. ¿El premio? Dar con el verdadero asesino, cosa que en ambos casos conseguimos y en ninguno de los dos era el que parecía. <br /><br />La tesis que argumento en mi libro es que el machismo no es el problema, pero ahora no es el momento de explicarlo. El caso es que Lorenzo con esta novela ha desafiado a las voces que más gritan, para poner en evidencia, desde la reflexión, la objetividad y la calma propias de sus investigadores de homicidios, lo que el sentido común de cualquiera de nosotros asume con su aplastante lógica: que la capacidad de hacer daño no es monopolio de los hombres, que la mujer no es más bondadosa que el hombre por el mero hecho de ser mujer, que a menudo, el padre puede ser más apto que la madre para tener la custodia de los hijos y que admitir todo esto, no resta derechos ni libertades a la mujer, sino que más bien, la dignifica por sus propios méritos. Yo, como víctima, no quiero que se me trate de un modo especial por ser mujer, pues no es mi condición de mujer la que me ha convertido en víctima. Del mismo modo, el agresor no ha de ser más castigado por ser hombre, sino por ser agresor. De otro modo, ¿qué clase de igualdad estamos enseñando a nuestros hijos? Pues quien defiende otra cosa creyendo que hace un favor a las mujeres, se equivoca. <br /><br />Afortunadamente, cada vez hay más voces del lado de la lógica antes que de intereses económicos y políticos. Si bien, tampoco esto es suficiente para salvar la vida de muchos amenazados por la violencia de sus parejas. Como comprobarán cuando lean esta novela, todavía hace falta mucha estrategia y mucho agua. <br /><br />Pero es un lujo contar en España con escritores como Lorenzo, que no sólo escriben bien, emocionan y entretienen, sino que además se mojan por la verdad y encima, lo hacen con recursos poéticos, filosóficos e incluso, musicales, logrando un efecto catártico y resucitador. <br /><br />Les invito, pues, a experimentarlo leyendo este libro. Pero ahora les dejo con Lorenzo Silva, pues escucharle a él ya es toda una experiencia."<br /></span><div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Y también nos podemos preguntar por qué a él no le sirve de escarmiento y reflexión, de intimidación o vergüenza, que la ley le imponga no acercarse más a la mujer que le ha denunciado. O por qué tras matarla no huye, se esconde, miente o se justifica, para seguir saciando libremente su sed de dominación sometiendo y maltratando a otra mujer, si es ese el sentido de su vida, como presumen muchos especialistas. O por qué es más poderoso su impulso agresor que la amenaza de perderlo todo: a su pareja, su hijo, su hogar, sus padres, su trabajo, sus amigos, su libertad, su vida. Por qué pudiendo elegir, elige lo peor para él y se entrega resignado a la policía. <br /><br />Todo tiene un porqué. Y los porqués son muy útiles para entender los mecanismos del comportamiento humano y poder mejorarlos o corregirlos. Los porqués no disculpan, no atenúan la culpa ni justifican lo malo. De hecho, al agresor tampoco le sirven sus propios porqués. Por eso tantos se entregan o se suicidan, resultándoles demasiado benévolo el castigo de la cárcel. Si no me creen, prueben a reinstaurar la pena de muerte para este tipo de crímenes. No serviría de nada. Es más, les ahorraría el esfuerzo de enfrentarse al suicidio para escapar de su culpa. <br /><br />El maltratador maltrata reproduciendo el maltrato que recibió de pequeño, o de pequeña, si es mujer la agresora. No ha de ser necesariamente un castigo físico el que recibiera, pues el castigo psicológico también produce lesiones en su frágil mente. Pero si fue traumáticamente maltratado, nos preguntamos después, ¿por qué a veces se comporta correctamente? ¿Por qué es capaz de dar respuestas psicológicamente sanas ante situaciones que un enfermo no sabría resolver?, ¿por qué puede desprenderse de su condición de niño-maltratado para seducir, conquistar, cuidar, estimular y proteger a una mujer, y luego volver a vestirse de niño-traumatizado para insultarla y golpearla?, ¿acaso las secuelas de un trauma pueden borrarse y mostrarse intermitentemente? Pues sí. En esta clase de traumatizados afectivos sí sucede eso. Y sucede porque el maltrato que recibieron de niños era compensado, de manera intermitente, con cálidos gestos de cariño y protección. Porque el progenitor castigador, no está siempre enfadado y castigando. De ahí que el niño recibiera estímulos positivos que luego le permitirían exteriorizar ese lado bueno y atractivo con que hacer amigos, conseguir trabajo y enamorar a mujeres. Ambos lados, el bueno y el malo, conviven, pues, en la misma persona y ambos son verdaderos, tan verdaderos como el amor y el odio que recibió en su infancia de su progenitor más próximo, la madre, generalmente. La frecuencia e intensidad de sus crisis estará muy relacionada, entonces, con la frecuencia e intensidad con que fue castigado de pequeño, pues resulta una información tan impactante para el cerebro de un niño, que quedará grabada en el subconsciente y acabará reproduciéndola bajo muy similares parámetros cuando sea mayor.<br /><br />¿Qué sucede cuando es mayor? Sucede que, por la inercia biológica que todos compartimos, se enamora y seduce a una mujer. Y con ello sucede que cambia el lugar donde depositaba sus afectos más íntimos, de su madre a su nueva pareja, trasladando también a ella los traumas afectivos que contrajo en la infancia y que, como digo, siguen vivos en el subconsciente. Entonces, igual que antes tenía una relación de amor-odio con su madre, lo mismo sucederá con su pareja, representando ésta el papel afectivo que asumía su madre antes. Sin embargo, mientras que en su infancia, la madre castigaba y el niño tenía que someterse resignado y asustado, ahora ese niño es un hombre con capacidad para defenderse y vengarse de un maltrato injusto. Los celos irracionales que delatan la inseguridad afectiva con que creció este niño, alimentarán sus paranoias adultas sobre la inminente traición que le prepara su pareja. Y así como de pequeño aprendió que todo lo malo tiene que castigarse, ejercerá el castigo contra su pareja por ser mala, por ignorarle, por fingir quererle cuando en el fondo pretende abandonarle, por demostrar con su dejadez, su apatía, su desorden o su indiferencia, que ya no le desea, que ya no quiere estar con él, que prefiere a cualquier otro… y todos esos delirios tan recurrentes en esta patología.<br /><br />Pero a todo esto, se une una circunstancia nueva y letal, que no se daba en la infancia del agresor: la rebeldía de la víctima hacia el castigo. O bien, que la víctima reconozca su intención de abandonarle. O que se defienda, o que le insulte, o que, en definitiva haga lo que él jamás se atrevió a hacer cuando le castigaba su madre, reconociendo su instinto de supervivencia las pocas posibilidades que tenía de salir airoso del conflicto. Sin embargo, una persona adulta de hoy en día, liberada, respaldada por una sociedad cada vez más civilizada que nos incita a la rebeldía ante cualquier forma de sometimiento irracional y desproporcionado, no se resigna a un castigo injusto: protesta, se queja, se defiende, insulta e incluso amenaza o denuncia. Pero el cerebro del agresor encaja estas reacciones como un desafío al castigo que él considera justo, un desafío osado y provocador que no hace más que confirmar sus sospechas de que la víctima es mala. Igual que su madre le castigaba a él porque era malo y él no rechistaba. De hecho, si rechistaba, el castigo era mayor. Y así sucede en su relación adulta. Que la víctima protesta y su castigo es mayor, “como debe ser”, para el cerebro traumatizado del agresor que reproduce lo que su propia madre habría hecho con él si él se hubiera rebelado. ¿Cuántas veces, si no, le oyó decir “como no cumplas el castigo, te mato” o “como patalees, te mato”, o “si te portas mal, te mato”? Un niño no sabe distinguir si se trata de una expresión exagerada; simplemente aprende a concebir el matar como una forma apta de castigo. <br /><br />Pero su pareja no le ama por eso, le ama por su lado bueno, por ese que sí fue estimulado, querido y protegido. Por las veces en que la madre estaba de buen humor y bromeaba con él, le valoraba y le hacía sentir importante. Por las veces en que lo puso como ejemplo ante otros, le abrazó y le besó cuando tuvo miedo, le arropó en la cama y le contó un cuento, le defendió del vecino que quiso pegarle, le compró ropa y le dijo lo guapo que estaba, en definitiva, por las veces en que se sintió el pequeño príncipe de la reina que para él era su madre. Esos momentos alimentaron la personalidad carismática y encantadora que tienen también estas personas agresivas y es ESA personalidad la que enamora, no la otra. De manera que una mujer maltratada no es, necesariamente, una masoquista, anulada, sin autoestima y llena de complejos. Porque cualquiera puede enamorarse del hombre sensible que vive tras ese asesino en potencia que acaba siendo un niño que ha crecido bajo los condicionantes que acabo de describir. Cualquiera. <br /><br />Pero siendo conscientes, ahora sí la sociedad entera, de todo esto, hemos de informar bien, tanto a las mujeres más vulnerables como a toda persona que aparentemente no es susceptible de caer en las redes de una relación tan destructiva, que el comportamiento del maltratador común se rige bajo unos parámetros mucho más vinculados a la enfermedad que a la razón y que, por tanto, nunca debemos caer en la ingenuidad de pensar que con amor podemos cambiarles. No podemos cambiarles y esas crisis en que pasa de ser un hombre maravilloso a un monstruo, se van a repetir de manera intermitente, sin que nadie pueda evitarlo, ni siquiera él mismo, por mucha voluntad que le ponga. Porque TODAVÍA no hay terapia enfocada al tratamiento de este trastorno. Por eso insisto, por tu propia supervivencia: si detectas en tu pareja un comportamiento que se ajusta al que describo, ten mucho cuidado y aléjate de él con la mayor prudencia y sutilidad de que seas capaz. Aunque le ames, aunque te ame. Porque este trastorno mata y muerta nunca podrás ayudarle.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Porque a ella no se le ocurre montar tal escándalo al hombre que ama por temas tan intrascendentes que, aún siendo importantes, afrontaría sin ponerse tan histérica ni faltarle el respeto o herir su sensibilidad. Y siempre acaba preguntándose "¿por qué no es todo el tiempo el tipo maravilloso que me enamoró? ¿por qué de repente se vuelve tan odioso?"<br /><br />Pues sucede que 40 años antes, él se preguntaba lo mismo cuando su madre le castigaba de un modo tan agresivo sin que él entendiera el motivo. Él tenía 3 o 4 años y no podía entender que su madre, el amor de su vida, unas veces le cuidara, le protegiera, le mimara, le hiciera reír, le tratara como un príncipe y que otro día, sin más, o por cualquier chorrada, le ignorase, le mirase sin amor, le insultase, le gritase con los ojos llenos de odio, le castigase, le dijese que era malo, que la molestaba, que ya no le quería o que pasaba de él. Él no tenía edad para entender que su madre mostraba esas reacciones porque padecía un trauma afectivo contraído a su misma edad, que le provocaba unas crisis periódicas en las que sentía que el mundo entero estaba contra ella y que debía castigarlo, como único modo de hacer justicia y calmar su ansiedad. Entonces, también el niño se preguntaba "¿por qué mi mamá no es todo el tiempo la mujer maravillosa que me enamora? ¿por qué de repente se vuelve tan odiosa?"<br /><br />La psicologia actual ha observado y advierte de que un trato afectivo inconstante en la infancia, puede generar un trauma en el niño que se convierta en un trastorno de la personalidad. Hay trastornos sobradamente conocidos que responden a un trato inadecuado más o menos evidente sumado a algún condicionante biológico o genético. Sin embargo, el trastorno que nos atañe, el de los celos patológicos agresivos, sean o no sean visibles en el adulto afectado, responde a un trato afectivo inconstante MUY HABITUAL, tolerado y sutil. El niño de nuestro ejemplo no padece, de hecho, ningún trastorno invalidante, pues puede mantener un trabajo y una relación sin conflictos insalvables, sólo "los normales". El hecho de que no se le dé importancia a sus "enfados cotidianos", responde a que TODOS tenemos similares "enfados cotidianos", con mayor o menor intensidad. ¿Significa eso que, a pesar de que su intensidad resulte dañina para la autoestima de su pareja y a la larga para sí mismo, no nos enfrentamos a un trastorno? No. Significa que (casi) TODOS tenemos el germen de este trastorno, pero que unos lo han desarrollado con mayor intensidad y otros con menor. <br /><br />El afectado de nuestro ejemplo alberga un trauma afectivo en el subconsciente contraído en su primera infancia y generado en la relación con su madre, la persona más importante para él en ese momento, que acabará trasladando a la relación con la siguiente persona más importante de su vida, su pareja. Y repetirá los mismos patrones sin darse cuenta. Por una parte, conservará un lado bueno, sano y equilibrado, desarrollado cuando su madre permanecía en "estado normal" y lo trataba bien, estimulando sus potenciales y su autoestima correctamente. Pero por otra, albergará también un lado malo, herido e inestable, desarrollado cuando su madre entraba en "estado de crisis" y lo trataba mal, golpeando su autoestima y su seguridad afectiva. Es probable que las crisis de este hombre se repitan con similar frecuencia con que le sucedían a su madre, pues esos hábitos también se mimetizan inconscientemente, más aún cuando se trata de sucesos tan impactantes para un niño. <br /><br />Finalmente, el entrar en crisis acabará siendo una necesidad casi biológica para el afectado, pues el hecho de padecer la inseguridada afectiva responsable de los celos patológicos que le despiertan paranoias acerca de la maldad de su pareja y el hecho de haber aprendido también de un modo traumático que "lo malo" no puede quedarse sin castigo, generarán en el afectado una tensión por ver cumplido el castigo sobre tal maldad, que esa energía contenida en forma de ansiedad, resultará insoportable hasta ver satisfecho su impulso castigador. Probablemente, como sucede a menudo, el afectado no relacione su estado de crisis con un proceso subconsciente, sino que lo achacará a una provocación externa y, como también sucede a menudo, no lo vinculará a una sospecha irracional suya, sino que pensará que es por algo objetivo y justificado. Entonces, si no ve una traición objetiva por parte de su pareja, la excusa para explotar será cualquier otra: la ventanilla del coche bajada, el aire acondicionado a tope, el mando de la tele, etc. Pero su enfado será absolutamente desproporcionado a la razón que argumentará para ejercer ese castigo. <br /><br />Y todo... por un trastorno de la personalidad que no sabe que padece y que tiene a los celos, explícitos o implícitos, como su síntoma más importante. <br /><br />Esto es parte de lo que Araceli Santalla explica en su libro y que en la Asociación VISC hemos aprendido para empezar a mejorar la vida y las relaciones de los afectados. Pero que alguien me diga si merece o no merece contrastarse esta teoría.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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Santalla y sus colaboradores han descubierto que los agresores (hombres o mujeres) poseen un lado de su mente sano y un lado afectado por un trauma de inseguridad afectiva agravado por otros condicionantes educativos que sufrió en su infancia. Sin embargo, el lado sano que, coloquialmente, podríamos llamar “bueno”, permanece en él y se muestra siempre que el agresor disfruta del estado normal, que es el estado en que se encuentra mientras no despierta el estado de crisis con que se manifiesta dicho trauma. Reconocido esto, sucede que la persona maltratada (hombre o mujer), de quien permanece enamorada es de la parte sana o “buena” que vive en el cerebro de este agresor. Pues es la parte capaz de amar, de entregarse, de hacer reír, de ser cómplice, amigo, amante y compañero. Y así como las crisis siempre vuelven, también vuelve el estado normal en una alternancia de estados anímicos que resulta muy desconcertante si no se conoce su naturaleza patológica. Entonces, conocer esta naturaleza patológica de los cambios de personalidad que manifiesta el afectado, es el recurso de protección más eficaz que podemos ofrecer a la maltratada, pues ya no violentamos su necesidad de amarle y su convencimiento de sentirse amada, simplemente le informamos que, a pesar del amor que se profesan y la sinceridad del mismo, el afectado padece un trastorno muy peligroso que puede acabar con la vida de ambos. Se le explica cómo funciona dicho trastorno y se le informa de los medios que existen hoy en día para enfrentarse a él, reconociendo siempre la dramática realidad de que se carecen, por ahora, de terapias eficaces para neutralizarlo. Así, una vez descubierto el verdadero rostro del enemigo, que no es la persona, sino la enfermedad, la maltratada puede decidir con mayor libertad lo que desea hacer. Y nos consta, que estos argumentos son más respetuosos con su autoestima, su seguridad, su confianza en sí misma y su libertad, de manera que esta persona acaba reponiéndose mucho mejor del maltrato sufrido sin perder la esperanza de encontrar una persona sana a quien amar, pues descubre, definitivamente, que el problema no estaba en ella, sino en la cabeza de su ex pareja. <br /><br />Los actuales protocolos de intervención con maltratadas resultan, en cambio, tan infructuosos y desestabilizantes porque se esfuerzan en hacer creer a la víctima que ha caído en la trampa de un timador sin escuela, que se ha dejado engañar por un lobo disfrazado de cordero, que el hombre a quien entregó su vida era un monstruo que ella no supo ver. Y no hay nada tan violento con tu propia estabilidad emocional que te obliguen a admitir que has sido una perfecta estúpida por amar a ese monstruo. Porque tú sientes, en el fondo de tu corazón, que no te enamoraste de un monstruo, sino que esa persona tenía un lado bueno verdadero y que fue de ese lado del que te enamoraste. Entonces, muchas mujeres se rebelan contra este lavado de cerebro con el que no se identifican y vuelven con su agresor, todavía más sumidas en la ignorancia y el desconcierto acerca de quién es su verdadero enemigo, confiando en que el amor lo arreglará todo. <br /><br />No sé si la mujer de la noticia se sometió a alguno de estos protocolos para maltratadas. No obstante, presumo que, como la mayoría, desconocía cómo funciona la cabeza de su agresor. Sólo sabía que unas veces era maravilloso y otras era infame, pero que, al denunciarle, tras una de esas crisis infames y alejarse de él, recordó lo enamorada que estaba de su lado bueno y lamentó haberlo apartado de ella. Sin embargo, la justicia es una máquina inflexible y su maquinaria ya se había puesto en marcha. La orden de alejamiento, por imperativos de la nueva ley sobre violencia de género, era inapelable y debía cumplirse hasta el último día, por la seguridad de la víctima. Pero nadie le explicó a la víctima que el estado normal en que su pareja es maravilloso, es algo pasajero y que las crisis siempre vuelven. Que aunque le ame, por la naturaleza de su enfermedad, puede acabar matándola y que todavía no hay terapia capaz de impedirlo. La justicia se limita a forzar la distancia entre ellos, pero no se encarga de racionalizar y liberar su amor explicándoles dónde está la raíz patológica de su conflicto. Entonces, la maltratada acaba creyendo que se ha precipitado, que no ha tenido paciencia, que ha traicionado el amor de su pareja, que ahora seguro que va a cambiar, que sólo ha sido una crisis más fuerte de lo normal pero que no tiene por qué repetirse. Y bajo ese convencimiento vuelve con él y es capaz de morir con él por el motivo más romántico de todos: la ceguera por amor. <br /><br />En nuestras manos está quitarle la venda a las maltratadas y explicarles, con pelos y señales, por qué su pareja se comporta así, por qué tiene esas crisis, por qué a veces es bueno de verdad mientras que otras deja de serlo, por qué el amor no puede curarle y por qué será mucho más útil para él, para ella y para la sociedad, que se aparte prudentemente. En VISC seguiremos trabajando por ello, para que las maltratadas aprendan a decidir libremente y sin prejuicio para su autoestima, cómo sobrevivir a esta amenaza y encauzar su amor sin destruirlo.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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La razón es que nació varón y aunque el artículo 14 de la Constitución diga que “los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, en 2004 se inventó otra ley que hace una excepción a ésta en lo del “sexo”, de manera que nacer hombre pasa a ser condición suficiente para ser excluido de la protección que esta nueva ley (llamada “de medidas integrales contra la violencia de género”) concede a las mujeres. Pero eso no es todo. Gracias a esa ley, nacer hombre te convierte automáticamente en machista y, por tanto, apto para ser condenado con mayor dureza que una mujer ante un mismo delito de maltrato doméstico. He aquí un ejemplo reciente: <br /><span style="font-weight:bold;">El fiscal acusa al juez decano de Barcelona y a su esposa de agredirse mutuamente. Pide nueve meses y un día de prisión para el magistrado y siete meses y 15 días para su mujer.<span style="font-style:italic;"></span></span><br />http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=600852&idseccio_PK=1021<br />¿Por qué sucede esto? Porque en el pasado las mujeres fuimos víctimas de grandes injusticias machistas y eso, ahora, en España, nos da derecho a maltratar como un hombre y ser menos castigadas que él. Sí, eso es pagar justos por pecadores, pero en España se piensa que tal sacrificio es necesario para que la mujer se sienta más recompensada por la desigualdad que sufrió nuestro género durante siglos atrás. No importa, siquiera, que esa ley nos presuponga débiles, vulnerables y permanentes víctimas potenciales de cualquier hombre en una paradójica y clarísima subestimación de género. Como al final nos beneficia penalmente en prejuicio de los hombres, nos sometemos gustosas a tales caballerescas consideraciones. <br /><br />Pues miren, no estoy de acuerdo y disculpen mi ironía en un tema tan preocupante. Si cometo el mismo delito que un hombre, no quiero disfrutar de un trato de favor por ser mujer. Quiero que me juzguen igual, porque yo no soy inferior a ningún hombre y, por tanto, no quiero una ley que cubra una debilidad muy discutible en cuanto a capacidad de hacer daño. Pues yo, con la intuición, la inteligencia y la habilidad que nos es propia al género femenino, me considero muy capaz de tramar un plan mucho más destructivo contra un hombre que cualquier bofetada, puñetazo, insulto o empujón que éste pudiera propinarme. Sin embargo, no lo haré porque me inculcaron unos valores más constructivos e integradores, pero no porque sea mujer y, por tanto, más bondadosa, como presupone la citada ley. <br /><br />¿Cuál es la alternativa? ¿Una modificación a la ley de violencia de género que incluya entre las víctimas potenciales a los gays que adopten el rol de mujer dentro de su relación y que considere penalmente como a un hombre y, por tanto, maltratador potencial, a la mujer que adopte el rol masculino en su relación? Obviamente no, pues esto sería continuar alimentando la incoherencia con que se redactó la bienintencionada ley del 2004. Lo que necesitamos, en cambio, es una ley que proteja a toda persona del maltrato en cualquiera de sus formas dentro de la relación de pareja, siendo especialmente castigado el que ejerza la agresión, sea cual sea su sexo. Si, como sucede, suele ser el hombre, éste resultará automáticamente más castigado, pero no por ser hombre, sino por resultar el maltratador más habitual. De este modo, no quedaría desprotegida por la ley ninguna persona a causa de su sexo y en la práctica, se continuaría castigando duramente el maltrato doméstico. <br /><br />Pero además, debería iniciarse, como desde VISC proponemos, la investigación de la anomalía psíquica que tienen en común todos los maltratadores con independencia de su sexo, religión, raza o cultura. Y una vez reconocida dicha anomalía, desarrollar terapias que la neutralicen, pues sólo así daremos muerte definitiva al verdadero enemigo del ser humano en esta batalla que tanto desconcierto, caos y muerte está sembrando.<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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A continuación adjuntamos la crítica, pero también la respuesta que Araceli ha querido hacer pública a través de nuestro blog, por si nos ayuda a todos a comprender mejor su propuesta. La copiamos en valenciano, tal y como se redactó, y a continuación la traducimos:<br /><br /><span style="font-style:italic;">Pel que fa la xerrada “Malalts de desigualtat: gels patològics”, que figura sintetitzada en el llibret, valorem la intenció de la falla en sensibilitzar i concienciar sobre el tema. Però el jurat es veu en la necessitat d’explicitar que, compartint la preocupación de la ponent per la no disminució dels casos de Violència de Génere malgrat totes les mesures arbitrades, no comparteix la majoria dels seus continguts ni conclusions, entre altres consideracions, per la falta de rigor científic i perquè nega una de les causes fonamentals de la Violència de Gènere establerta per tota la investigació científica del tema, que és la situació de desigualtat entre dones i homes existent i la persistència d’un sistema social de valors i models identitaris que la sustenten, i no un simple problema de malaltia mental dels maltractadors. Animem a que es continue treballant el tema i des d’altres punts de vista.</span><br /><br />Sra. Davinia Bono Pozuelo, Presidenta del Consell Municipal de la Dona<br />Sra. Isabel Cercenado Calvo, representant del Consell Municipal de la Dona pel Col•lectiu Dones de Sagunt 8 de març.<br />Sra. Mª Carmen Carrillo Santiago, representant del Consell Municipal per l’Associació de Mujeres Cristianas Príncipe de la Paz.<br />Sra. Itziar Bono Pozuelo, representant del Consell Municipal de la Dona, suplent del grup polític PP.<br />Sra. Mª Luisa Tofe Monllor, personal tècnic de l’Àrea, assesora jurídica.<br />Sra. Dolors Llobet Nualart, tècnica de l’Àrea de la Dona, qui actua com a secretaria d’este jurat. <br /><br />TRADUCCIÓN:<br /><span style="font-style:italic;">En cuanto a la charla “Enfermos de desigualdad: celos patológicos”, que aparece sintetizada en la revista, valoramos la intención de la falla de sensibilizar y concienciar sobre el tema. Pero el jurado se ve en la necesidad de explicitar que, compartiendo la preocupación de la ponente por la no disminución de los casos de Violencia de Género a pesar de todas las medidas arbitradas, no comparte la mayoría de sus contenidos ni conclusiones, entre otras consideraciones, por la falta de rigor científico y porque niega una de las causas fundamentales de la Violencia de Género establecida por toda la investigación científica del tema, que es la situación de desigualdad entre mujeres y hombres existente y la persistencia de un sistema social de valores y modelos identitarios que la sustentan, y no un simple problema de enfermedad mental de los maltratadores. Animamos a que se continúe trabajando el tema desde otros puntos de vista.</span> <br /><br />RESPUESTA DE ARACELI:<br /><br />Estimadas compañeras y autoridades científicas vinculadas a la lucha contra la Violencia de Género,<br /><br />Soy Araceli Santalla, la ponente invitada por la Falla Rodrigo del Puerto de Sagunto para dar una charla y escribir un artículo en su “llibret” bajo el lema de la Igualdad y que se ha resumido con el título “Enfermos de desigualdad: celos patológicos”. Simplemente quisiera compartir la reflexión que me ha inspirado su crítica, por si nos sirve a todos para descubrir lo mucho que tenemos en común y lo necesarias que son las propuestas alternativas a la oficial, más aún cuando esos planteamientos oficiales y supuestamente más científicos, no están dando el resultado esperado. <br /><br />En primer lugar, parece inquietarles la falta de rigor científico de los contenidos de mi propuesta y mis conclusiones. Sin embargo, el fundamento de mi teoría acerca de la posible existencia de un trastorno de personalidad en el maltratador y la maltratadora, es compartido por personalidades científicas como el psiquiatra y psicoanalista Valentín Barenblit, que afirmaba en las Jornadas Pro-Salud Mental celebradas en Ibiza en 2008, que “el maltratador de género sufre un trastorno mental severo que, además de afectar a la Justicia, compete especialmente a quienes tienen la responsabilidad de la salud mental”. <br /><br />Por otro lado, especialistas de reconocido prestigio en la lucha contra la violencia doméstica en España desde una perspectiva psicológica, como son Enrique Echeburúa, Javier Fernández-Montalvo y Paz del Corral, admiten que <br />“un tratamiento psicológico puede ser de utilidad para hacer frente a los déficits de estos hombres que, aún siendo responsables de sus actos, no cuentan, sin embargo, con las habilidades necesarias para controlar las actitudes violentas y resolver los problemas de pareja en la vida cotidiana. Los tratamientos de hombres violentos contra la pareja se justifican socialmente por la oportunidad que hay que dar a los agresores para cambiar su conducta (al margen de la necesidad de hacer frente a sus responsabilidades), por la protección a las víctimas actuales (muchas de ellas siguen conviviendo con el agresor), por la prevención de la violencia con posibles víctimas futuras y por la evitación de la extensión de la violencia a los hijos”. <br /><br />Así mismo, mi charla fue presentada e introducida por el psicólogo y psicopedagogo de la Generalitat Vicente Prieto Rubio, que acreditaba con argumentos muy consistentes lo razonable y necesario de este enfoque. <br /><br />Que entre mis conclusiones esté la de que “el machismo no es el problema”, máxima con la que he decidido titular mi trabajo de investigación, no significa que niegue la peligrosidad de ese fenómeno sociológico. De hecho, pienso que el machismo ha de combatirse porque empobrece a nuestra sociedad, desestabiliza y enturbia las relaciones entre hombres y mujeres, supone una gran injusticia y, finalmente también, porque representa el ambiente donde el verdadero problema se encuentra cómodo. Es decir, que el machismo sirve al problema para instalase y acomodarse entre nosotros bajo ese camuflaje sociológico tan difícil de eliminar. Por tanto, no digo que toleremos el machismo, digo que seamos más astutos y dinamitemos su base operativa, su matriz, su origen, su alimento, que no es otro que esta pandemia psicológica en que se ha convertido el trastorno responsable de los celos patológicos agresivos. <br /><br />Por otro lado, y a diferencia de la discutida Ley de Medidas Integrales contra la Violencia de Género, este planteamiento es perfectamente constitucional, pues es compatible con la protección a todas las víctimas, cualquiera que sea su orientación sexual, observando el problema en una anomalía que afecta tanto a hombres como a mujeres, homosexuales como heterosexuales, machistas como feministas, sin ninguna distinción sociocultural, económica o religiosa. Así pues, mi objetivo es el mismo que el suyo: proteger a las víctimas, pero con distinta estrategia. Entonces, con la cantidad de muertes que genera esta lacra y la desorientación e ineficacia con que trata de neutralizarse desde los estamentos científicos oficiales, ¿creen que estamos en disposición de despreciar propuestas alternativas porque a día de hoy aún no se hayan contrastado científicamente? ¿No sería mejor alentarlas para poder fundamentarlas y ponerlas en práctica cuanto antes con el fin de evitar las próximas muertes?<br /><br />Yo seguiré trabajando por ello y sé que ustedes, en cuanto comprendan la necesidad de una estrategia psicológica compatible con la sociológica, estoy segura de que también compartirán mi postura.<br /><br />En cualquier caso, si desean profundizar en esta teoría y descubrir que lo que propongo, en definitiva, es un método de protección de las víctimas, de recuperación de las maltratadas y de rehabilitación de los agresores más profundo y eficaz que los oficiales, pueden hacerlo leyendo mi libro “El machismo no es el problema” que encontrarán en el siguiente link: <br />http://www.bubok.com/libros/5239/El-machismo-no-es-el-problema<br /><br />Además, les informo que ya existe una Asociación fruto de esta teoría y de la necesidad que muchos afectados y sus parejas han observado a la hora de buscar ayuda para resolver su problema de celos o de violencia en su relación. Se trata de la Asociación VISC (Vive Sin Celos). Como es de reciente fundación, la web www.visc.es todavía está en construcción, pero disponemos de un blog y de un perfil en Facebook donde pueden conocer algunos de nuestros planteamientos y aportar sus opiniones o consultas: <br />Asociación VISC, blog: http://vivesincelos.blogspot.com/<br />Perfil Facebook VISC: Buscar por el nombre “Visc Vive Sin Celos”<br />E-mail de VISC: visc@visc.es<br /><br />Para cualquier duda o sugerencia sobre la teoría que fundamenta mi propuesta contra la violencia de pareja, estoy disponible en el mail: aracelisantalla@hotmail.com<div class="blogger-post-footer"><script type="text/javascript">
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