¿Y si no es el machismo? ¿Y si no es el alcohol? ¿Y si no es, siquiera, un problema de educación? Por una parte, el machismo no explica la existencia de mujeres maltratadoras o el maltrato entre homosexuales. Por otra, el alcoholismo no explicaría un fenómeno que se da aún sin la presencia del alcohol en la mitad de los casos. Y por último, la falta de educación no explica que haya agresores jueces, ingenieros, abogados, maestros, médicos o policías entre los que, incluso, alguno impartió charlas sobre violencia contra la mujer antes de asesinar a su ex pareja y suicidarse. ¿Qué ocurre? ¿Cuál es el eslabón que se nos escapa en todo esto? No es mi intención polemizar gratuitamente, mucho menos con este tema, pero tengo razones para pensar y afirmar que al verdadero enemigo en esta lucha estamos volviéndolo invisible a fuerza de posturas correctas y sentimentalismo barato. Porque me he pasado 8 años buscando las razones médicas y científicas que fundamentan la afirmación de que el maltratador no es un enfermo y no he encontrado una sola explicación convincente, más que el simple hecho de que sus síntomas no encajen con ninguna enfermedad del diccionario. Resulta que con todo lo que hemos avanzado en el siglo XX, el siglo en que nació la psicología, no hay especialista que se atreva siquiera a sugerir que todavía puedan existir trastornos no diagnosticados. Se siguen descubriendo especies de fauna y flora no clasificadas gracias al esfuerzo y la pasión que en ello ponen los especialistas de una disciplina con más de veinte siglos de antigüedad. Y sin embargo, en la gran selva del cerebro humano y sus enfermedades, se ha dado todo por descubierto. Lo que me pregunto es por qué las maltratadas, las que conviven día a día y año tras año con el problema, afirman que su pareja es un enfermo, por qué le perdonan continuamente, por qué se resisten a odiarle o por qué le aman, a pesar de todo. Y también me pregunto por qué nadie las escucha, por qué las toman por desequilibradas, por criaturas débiles, manipulables y anuladas por no sé qué síndrome. ¿Tan descabellado resulta pensar que las víctimas tengan algo sensato que decir? ¿Y si tuvieran razón? ¿Y si los agresores y agresoras fueran afectados de una enfermedad que todavía no está en el diccionario? Señores, si hay una disciplina en la que no se ha dicho todo, en la que queda mucho por investigar y descubrir, esa es la psicología. Por tanto, ninguno de los millones de psicólogos que salen de nuestras facultades debería dormir tranquilo mientras sigan muriendo mujeres a manos de una supuesta enfermedad que nadie investiga, pensando que ya está todo descubierto y que basta con aprender y combinar las fórmulas de los psicoanalistas y conductistas para convencer a unos cuantos ilusos de que merecen los 50 euros que les cobran por una hora de consejos y divagaciones. Pues miren, si hay alguien a quien debemos escuchar y creer es a quienes mueren en su batalla por salvar al enfermo que nadie ve, que nadie quiere ver. Seguramente porque nos duele admitir que algo de su trastorno vive en nosotros, algo que nos acusa constantemente y nos recuerda los traumas que sufrimos o causamos siendo hijos o padres. Sin embargo, hasta que no llegue el día en que decidamos mirar de frente el problema, admitir que puede existir un trastorno de cuyo origen y desarrollo somos todos responsables, de que la intuición de la mujer no ha perdido su genuino potencial incluso bajo los golpes de un maltratador, no encontraremos la respuesta. Y para ello sólo necesitamos la pasión de un explorador, la curiosidad de un arqueólogo o el ansia de un biólogo arrebatado por la esperanza de descubrir algo nuevo, porque sólo así abriremos, sin complejos ni quejas vanas, las puertas a un futuro sin violencia.
3 comentarios:
Muy bueno... me ha gustado mucho el estilo. Muy depurado e impactante.
Sigue con esa fuerza.
Gracias Pako. :-)
HOLA
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