jueves, 2 de febrero de 2012

¡NO A LA GUERRA! ... de sexos.

Sé que posicionarse en medio de dos posturas puede interpretarse como tibieza, inseguridad, interés, o qué se yo. Es como ser de centro: nunca he conocido a un fanático de centro. Y España lleva años partida en dos sin ningún grupo capaz de conciliarnos, pues parece que nos mueva más el radicalismo, no sé si será cosa de la sangre latina. Lo que preocupa más, en cualquier caso, es que se esté alimentando otra guerra, la de sexos, pero ya no por la defensa legítima de unos derechos vulnerados, sino más bien a raíz de los errores e injusticias que se producen en la lucha contra la violencia de pareja. Unos y otras, hombres y mujeres, encendidos por ser víctimas o simpatizantes de víctimas de la agresión de una persona, mimetizan el móvil de la agresión con la condición sexual del agresor y sus supuestas ventajas por pertenecer a determinado género. Y ya la tenemos montada. Ellas se creen las víctimas permanentes de una historia patriarcal y ellos, las nuevas víctimas de la superprotección que, de un tiempo a esta parte, disfrutan ellas. Y cada uno, para victimizarse todavía más y desprestigiar en lo posible la postura ajena, buscan los apelativos más avergonzantes: feminazis y neomachistas. ¿Puede haber paz ante tal enrocamiento? Será difícil, pero espero que sí. De hecho, me sitúo en la postura central, la de quienes trabajamos activamente por una igualdad real, pero sin cortar cabezas, por el camino del diálogo amistoso. Y es que un encuentro entre ambos frentes implica tener la cordura suficiente para no emplear términos que comparen a la otra parte con algo tan fuerte como el nazismo, ni catalogar a todo hombre de machista por defender su presunción de inocencia (y la de otros hombres) que, en casos de denuncia falsa queda, simplemente, desterrada.

Hemos de reconocer que el feminismo ha sido bueno y necesario en tiempos en que la mujer no disfrutaba de los mismos derechos que los hombres, y que aquellas feministas han de ser reconocidas en sus méritos contextuales. Lo que no tiene sentido es que exista, hoy en día, un feminismo “radical”, cuando la mujer disfruta, salvo excepciones que la ley se encarga de combatir, de grandes ventajas en caso, por ejemplo, de divorcio, disputa conyugal o malos tratos. Pero también hemos de advertir que el feminismo radical de hoy es un resquicio de nostálgicas de aquellos tiempos condenado a morir y que quien hoy en día lo abandera es una minoría muy ruidosa, pero minoría. El problema es que se le ha dado poder ante el vacío de propuestas eficaces contra la violencia de pareja. Porque se han presentado como enfoque salvador de la mujer maltratada y nadie más lo ha hecho.

Qué pasa, que ante ese vacío, estas pocas radicales han acaparado todas las ayudas y por ende, todos los apoyos en pro de la causa. Y con ello, han despertado la confianza de muchísimas mujeres de a pie y profesionales, que han adquirido una formación acaparada por sus tesis. Y estas mujeres arrastradas por la inercia y el apoyo institucional, no son culpables de transmitir un enfoque equivocado, porque es el enfoque “institucional”. Por tanto, nadie va a sacarlas de su error llamándolas feminazis o fundamentalistas. Porque ellas, personalmente, no han creado esa ideología. Simplemente la han absorbido del contexto contaminado que las radicales alimentan. Pero esas mujeres, esas profesionales, psicólogas, trabajadoras sociales, asistentas, abogadas que han acudido a cursos para mejorar su capacidad de ayudar a maltratadas, no pueden ser metidas en el mismo saco que aquéllas. Simplemente hemos de ofrecer, sin resentimientos ni agresiones dialécticas, un enfoque razonable, fundamentado, lógico y compatible con la lucha contra la violencia de pareja. Un enfoque que todas esas personas, mujeres y hombres, formados en el enfoque institucional, puedan comprender y asimilar como más justo con todos.

Hombres y mujeres nos necesitamos y una guerra entre ambas partes nunca tendrá vencedores. Así que bajemos los humos un poquito. Propongo, pues, a todos los lectores de este blog que NUNCA MÁS vuelvan a usar los apelativos feminazi o neomachista para atacar al que ha sido formado de otro modo. Que seamos bisagra, que no veamos enemigos en cualquiera que no piensa exactamente como nosotros, porque el otro, simplemente, puede estar equivocado, sin tener ninguna intención oscura de dominación sobre el sexo contrario. Aunque hayamos sido heridos por el otro, devolver la lanzada no va a curar nuestra herida. Vamos a liberar la rabia hacia otro lado y vamos a reunir toda la sabiduría, la inteligencia, la paciencia y la cordura que una paz tan importante requiere, para dar, siquiera, un ejemplo útil a los que vienen detrás.