viernes, 17 de abril de 2009

De nuevo la trágica actualidad nos da la razón (I)

Un hombre mata a su ex marido en Almería y después se suicida
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/hombre/mata/ex/marido/Almeria/despues/suicida/elpepusoc/20090414elpepusoc_11/Tes

En Adra, el pueblo en cuyo Ayuntamiento trabajaba Manuel, se han guardado 5 minutos de conmocionado silencio por su asesinato. Sin embargo, mientras vivía, no había para él una ley que le protegiese de un ex marido violento, como la tenemos las mujeres en España. La razón es que nació varón y aunque el artículo 14 de la Constitución diga que “los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, en 2004 se inventó otra ley que hace una excepción a ésta en lo del “sexo”, de manera que nacer hombre pasa a ser condición suficiente para ser excluido de la protección que esta nueva ley (llamada “de medidas integrales contra la violencia de género”) concede a las mujeres. Pero eso no es todo. Gracias a esa ley, nacer hombre te convierte automáticamente en machista y, por tanto, apto para ser condenado con mayor dureza que una mujer ante un mismo delito de maltrato doméstico. He aquí un ejemplo reciente:
El fiscal acusa al juez decano de Barcelona y a su esposa de agredirse mutuamente. Pide nueve meses y un día de prisión para el magistrado y siete meses y 15 días para su mujer.
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=600852&idseccio_PK=1021
¿Por qué sucede esto? Porque en el pasado las mujeres fuimos víctimas de grandes injusticias machistas y eso, ahora, en España, nos da derecho a maltratar como un hombre y ser menos castigadas que él. Sí, eso es pagar justos por pecadores, pero en España se piensa que tal sacrificio es necesario para que la mujer se sienta más recompensada por la desigualdad que sufrió nuestro género durante siglos atrás. No importa, siquiera, que esa ley nos presuponga débiles, vulnerables y permanentes víctimas potenciales de cualquier hombre en una paradójica y clarísima subestimación de género. Como al final nos beneficia penalmente en prejuicio de los hombres, nos sometemos gustosas a tales caballerescas consideraciones.

Pues miren, no estoy de acuerdo y disculpen mi ironía en un tema tan preocupante. Si cometo el mismo delito que un hombre, no quiero disfrutar de un trato de favor por ser mujer. Quiero que me juzguen igual, porque yo no soy inferior a ningún hombre y, por tanto, no quiero una ley que cubra una debilidad muy discutible en cuanto a capacidad de hacer daño. Pues yo, con la intuición, la inteligencia y la habilidad que nos es propia al género femenino, me considero muy capaz de tramar un plan mucho más destructivo contra un hombre que cualquier bofetada, puñetazo, insulto o empujón que éste pudiera propinarme. Sin embargo, no lo haré porque me inculcaron unos valores más constructivos e integradores, pero no porque sea mujer y, por tanto, más bondadosa, como presupone la citada ley.

¿Cuál es la alternativa? ¿Una modificación a la ley de violencia de género que incluya entre las víctimas potenciales a los gays que adopten el rol de mujer dentro de su relación y que considere penalmente como a un hombre y, por tanto, maltratador potencial, a la mujer que adopte el rol masculino en su relación? Obviamente no, pues esto sería continuar alimentando la incoherencia con que se redactó la bienintencionada ley del 2004. Lo que necesitamos, en cambio, es una ley que proteja a toda persona del maltrato en cualquiera de sus formas dentro de la relación de pareja, siendo especialmente castigado el que ejerza la agresión, sea cual sea su sexo. Si, como sucede, suele ser el hombre, éste resultará automáticamente más castigado, pero no por ser hombre, sino por resultar el maltratador más habitual. De este modo, no quedaría desprotegida por la ley ninguna persona a causa de su sexo y en la práctica, se continuaría castigando duramente el maltrato doméstico.

Pero además, debería iniciarse, como desde VISC proponemos, la investigación de la anomalía psíquica que tienen en común todos los maltratadores con independencia de su sexo, religión, raza o cultura. Y una vez reconocida dicha anomalía, desarrollar terapias que la neutralicen, pues sólo así daremos muerte definitiva al verdadero enemigo del ser humano en esta batalla que tanto desconcierto, caos y muerte está sembrando.

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